La salud y los milagros

No tengo esperanzas en quienes ahora se ocupan del sistema de salud, pero sí en la gente, que puede cambiar los gobiernos

Una verdadera democracia es aquella en la que las libertades individuales están garantizadas y en la que los servicios públicos aseguran con equidad y justicia el bienestar de toda la ciudadanía. Por eso la educación, la salud, los servicios sociales...han de ser las piezas de base de cualquier estado democrático y los recursos públicos deben garantizar su buen funcionamiento.

Por eso las políticas neoliberales (y muy especialmente su versión austericida de los últimos tiempos) no se llevan bien con la democracia, porque dejan a mucha gente fuera de la zona de confort. Y por eso es tan grave lo que está ocurriendo con la atención primaria en Andalucia: porque a cuenta de una grave crisis sanitaria se ha puesto en evidencia que la base del sistema sanitario hace aguas por todas partes.

Es verdad que la sanidad universal (en riesgo también con el actual gobierno de la Junta) nos posiciona en mejor lugar que otros países de nuestro entorno. Pero no es menos cierto que sin personal suficiente, sin presupuestos adecuados, sin dotación de recursos no se pueden hacer milagros.

Y milagroso es que sigan funcionando centros de salud con algo más del 50% de sus plantillas. Milagroso es que personas con enfermedades graves se hayan conformado durante tantos meses con la sola atención telefónica. Milagroso es que aceptemos de más o menos buen grado, retrasos de hasta 15 días para conseguir una cita en el centro de salud. Milagroso es que las colas que se forman para extracciones de sangre y otras analíticas sigan siendo tan civilizadas.

Pero no hay que engañarse: los milagros, como la magia, no son más que espejismos con los que nos conviene distraernos.

No tengo muchas esperanzas en quienes ahora mismo deberían ocuparse de nuestro sistema de salud. No quiero engañarme. Ni PP ni Cs ni por supuesto el partido de ultraderecha que les apoya consideran la salud como un derecho que hay que preservar y mejorar y que debe ser un servicio público para garantizar la equidad en su acceso. Pero sí tengo fe en la gente, la que puede, con sus votos, cambiar los gobiernos y, cuando es necesario, cambiar hasta el curso de la historia.

Dice un poema de Caetano Veloso (en la voz maravillosa de María Arnal) que "la gente no sabe el poder que tiene" y esta historia que nos ha tocado vivir parece confirmarlo. Claro que el futuro sigue ahí para demostrar lo contrario: que sí, que sabemos cómo se puede cambiar el mundo. Y que, a poco que nos lo propongamos, lo podemos conseguir.

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