El viaje de mi amigo a Japón

Tocó sus brazos y sus muslos y se dio cuenta de que entre la carne y la silicona no hay mucha diferencia

Tengo un amigo viudo que ha hecho recientemente un viaje a Japón para ver a su hijo ingeniero, que trabaja allí en una fábrica de componentes tecnológicos. Un día de su estancia en Osaka mi amigo fue con su hijo y unos compañeros de trabajo a celebrar algo a una especie de discoteca con luces de neón. En un momento de la noche mi amigo se acercó al mostrador a pedir algo y vio a una chica sentada en un taburete. Era muy joven y su cara sonriente animó a mi amigo a saludarla. Y… oooh… ¡resulta que la chica hablaba castellano perfectamente! Además de inteligente, la joven parecía muy educada y agradable. Eso sin contar su fisonomía, con unos ojos negros como dos aceitunas, una preciosa nariz respingona y unos apetitosos labios carnosos. De su cuerpo mejor no hablar. Perfecto, totalmente perfecto. Llevaba mi amigo un cuarto de hora hablando con la chica, cuando se le acercó su hijo y le advirtió de algo que le dejó perplejo:

–Papá… ¿sabes que estás hablando con una muñeca?

Su hijo le explicó que en algunos negocios nocturnos ponían este tipo de reclamos para personas solitarias dispuestas a hablar con alguien. Mujeres de silicona a las que las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial le hacían hablar en cualquier idioma e incluso moverse. El no va más en esa línea que separa lo ficticio de lo real.

Antes de irse, mi amigo miró a la muñeca y vio que sus labios de silicona tan perfectos le lanzaban un beso y una frase:

–Adiós. Ha sido un verdadero placer hablar contigo. Espero verte otra vez.

Mi amigo estuvo siete días más en Japón y le había gustado tanto aquel invento que todas las tardes iba a charlar con la muñeca. Llegó a tener tanta confianza que le contó todos sus secretos, manías e inquietudes. Ella lo oía todo con una bendita expresión de bondad y comprensión. Era perfecta.

La última noche, cuando fue a contarle a la muñeca que regresaba a Granada, vio que de sus bonitos ojos negros brotaban dos lágrimas. Él tocó sus brazos y sus muslos y se dio cuenta de que entre la carne y la silicona no hay mucha diferencia. E incluso llegó a besarla en la boca.

Han pasado tres meses. Mi amigo ahora está hecho polvo. Dice que está enamorado de la muñeca y que la echa mucho de menos. Está deseando volver a Japón. Su idea es traérsela a Granada y pasar el resto de sus días con ella.

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