Sociedad

Vulcano se toma su revancha

"Desapareció la luz durante tres días; el sol siguió velado durante más tiempo; el cielo se oscureció como en un eclipse de sol". La narración del historiador romano Plinio el Viejo sobre la erupción del Vesubio que, en el año 79 de nuestra era, sepultó Pompeya y Herculano, en el sur de Italia, evoca la del volcán islandés Eyjafjalla, que desde el jueves tiene paralizado el tráfico aéreo de media Europa.

Los más de 100.000 pasajeros afectados por el cierre de los espacios aéreos de varios países del norte de Europa han vuelto a recordar que, a pesar de las modernas tecnologías, el ser humano sigue a merced de los elementos, al igual que los habitantes de Pompeya y Herculano, hace más de 2.000 años.

La palabra volcán evoca, en toda su expresión, conceptos como "fuerza" o "vigor". La etimología es muy clara: Vulcano, según la mitología, era el dios del fuego y los metales, hijo de Júpiter y Juno. Con estas credenciales, cualquier mortal sólo sentiría pavor. Numerosas han sido las representaciones artísticas del dios Vulcano, aunque tal vez una de las más célebres sea, precisamente, la Fragua de Vulcano, el lienzo ejecutado en 1630 por Diego Velázquez (1599-1660).

Según los expertos, hay muchos tipos de volcanes, dependiendo de la temperatura de los magmas, de la cantidad de productos volátiles que acompañan a las lavas y de su fluidez o viscosidad. Conjugando esos elementos, se les podría clasificar en: hawaianos, estrombolianos, vulcanianos o peleanos.

El volcán hawaiano, según explica el experto belga Hugo de Backer, suele presentar "lavas muy fluidas, casi sin desprendimientos gaseosos de tipo explosivo. Se trata de una lava que se desborda cuando rebasa el cráter del volcán y se desliza formando corrientes a grandes distancias". El volcán estromboliano, agrega el experto del Real Instituto belga de Meteorología (KMI), presenta "lava muy fluida, con desprendimientos gaseosos y explosiones violentas. Dado que los gases se desprenden rápidamente, casi no se producen cenizas", explica. El vulcaniano es un volcán del cual se desprenden grandes cantidades de gases, en forma de magma poco fluido, que se va solidificando a gran velocidad. Por lo general, sus explosiones suelen ser violentas y transforman la lava en polvo y piedra pómez, afirma De Backer. El mejor ejemplo de volcán peleano es el de la Montaña Pelada de la isla Martinica, en las Antillas, famoso por su erupción de 1902, que produjo la devastación de la capital, San Pedro. Su lava es viscosa y se solidifica a gran velocidad, con lo que puede llegar a taponarse rápidamente su cráter.

Pero, sea como sea el tipo de volcán, el fenómeno registrado en Islandia ha vuelto a recordar que este tipo de erupciones pueden tener graves consecuencias. Por ejemplo, todavía está fresca en las memorias la erupción en 1991 del volcán Pinatubo en Filipinas, que causó fuertes cambios en el clima global. El Pinatubo escupió cerca de diez millones de toneladas de dióxido de azufre a la atmósfera terrestre: el resultado fue que le temperatura mundial bajó en medio grado centígrado.

Otra de las legendarias erupciones volcánicas fue la del Krakatoa, entre Java y Sumatra. El 27 de agosto de 1883, el gigante -hasta entonces dormido- se despertó violentamente y causó un tsunami (ola gigante) de 22 metros de altura. Casi 37.000 personas perdieron la vida y varias ciudades quedaron completamente arrasadas.

Aunque no causó víctimas mortales, la erupción del Etna, en Sicilia, fue tal vez una de las más mediáticas de los últimos tiempos, después de que en noviembre de 2002 los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS) tomasen desde la nave espectaculares fotografías del penacho del volcán y de la gigantesca nube de cenizas que proyectó. La tripulación pudo observar la actividad del volcán, así como también los incendios producidos por la lava que bajó de la montaña de 3.350 metros de altura.

Pero la más famosa de la historia fue precisamente la del Vesubio, en la bahía de Nápoles, que se cobró la vida de cerca de 20.000 personas, sepultadas bajo la lava y las cenizas del gigante. La historia de la erupción de Pompeya fue recogida en dos célebres novelas, convertidas en bestsellers: la primera, escrita por Bulwer Lytton en 1834 (Los últimos días de Pompeya) y la segunda, de Robert Harris, Pompeya, de 2003, que iba a ser llevada al cine por Roman Polanski, quien finalmente abandonó el proyecto. El director James Cameron quiere relanzar la idea.

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