Corpus Granada 2024

Tardeo para novatos

Los estudiantes Nuria, Sara, Álex, Luis, Óscar y Juan, en su primera vez en la feria del Corpus

Los estudiantes Nuria, Sara, Álex, Luis, Óscar y Juan, en su primera vez en la feria del Corpus / Kaito / Photographerrsports

A las cinco de la tarde, Luis Montoya abre la puerta de su piso a sus amigos. Es el punto de encuentro y el lugar para beberse el primer rebujito antes de ir al ferial. Primero Óscar, Álex y Nuria, y un rato más tarde, Juan y Sara, suben a la séptima planta con la resaca de la noche anterior. El ático de Luis está cerca de la parada de metro Luis Amador. Desde su enorme terraza esquinada se ve (y se escucha) desde un lado los columpios de la feria y, desde el otro, la Alhambra asoma entre los tejados. Aun así, el lugar de refugio para escapar de los rayos de sol, que roza los 33 grados en el primer tardeo oficial de la feria, es el salón. Luis y Álex son jerezanos, Juan, malagueño, Nuria, jienense, Óscar, sevillano y Sara, madrileña. Cada uno compara la feria de sus ciudades con su primera experiencia en el Corpus el año anterior. La puesta en común es que todas las ferias cuyas casetas son de libre acceso destacan sobre las demás.

Dos vasos de rebujito después, con flamenco y sevillanas de fondo, ya era hora de ir al ferial. El transporte público no era una opción para ellos y empezaron a andar por la avenida del Alcampo. Los carros de caballos circulando por la carretera hacían spoiler de lo que encontrarían al final de la calle. Óscar y Nuria son los dos valientes que visten con pantalón largo, a pesar del calor, mientras que Sara porta un clavel rojo disfrazada de andaluza. El paseo fue breve y pronto llegaron a la portada del Ferial, donde se congregaba una concentración motera con personas vestidas de trajes de gitana.

El principal objetivo del grupo era claro: bailar sevillanas. La primera parada en su estreno en la feria de Granada fue un chato frente a la portada, el photocall oficial de la feria, para brindar por ellos. Para Juan, acostumbrado al Cartojal de Málaga, “el vino es muy dulce y bastante traicionero”. Tras cruzar la Puerta de las Granadas, el debate estaba garantizado. “¿A qué caseta vamos?”, discutían pronunciando diferentes nombres. Lo principal, como todos son estudiantes, era priorizar la economía y, basados en la experiencia de la noche anterior tras el tour por las casetas, sumado a otra vuelta de reconocimiento tras ser asaltados por un relaciones públicas que ofreció una oferta irrechazable como si de Pedro Antonio se tratara, entraron en Jarana a la vez que sonaba Te pintaron pajaritos. Una caseta acorde a ellos, rodeada de estudiantes, con música en directo y espacio suficiente para bailar, evidenciando que era domingo y el lunes laborable miraba de reojo.

Con una mano sujetando el rebujito y la otra con un abanico de cartón, empezaron a entonarse a base de sorbos cortos a la mezcla de vino al ritmo de reggaetón. Los cuerpos cansados entonaban la letra con un movimiento estático de lado a lado, esperando ansiosos el momento de intentar bailar sevillanas, a su modo, porque ellos no saben bailarlas, pero al menos lo imitan. El DJ no pinchaba el género esperado y las canciones se fueron sucediendo al ritmo que se iban ambientando hasta que sonó Columbia de Quevedo, donde gritaron a toda voz el estribillo y llegaron a su máximo esplendor bailando y gritando a toda voz Dale rumba de Canelita.

Del rebujito pasaron a las copas y, a medida que avanzaba la tarde, el sol daba tregua y el hambre empezaba a hacer acto de presencia, ante la tentadora mirada de los puestos de comida frente a la caseta. Pero el objetivo pendiente seguía siendo bailar una sevillana y, ante el primer intento frustrado, se mudaron siguiendo los tonos que asomaban por las carpas.

Entraron en ‘La exploradora’ y Nuria y Juan posaron en el molde donde solo hay hueco para posar con las caras, él en la figura de la flamenca y ella en el hueco que completa el flamenco, ante los flashes y las risas constantes. Aquí sonaba flamenco y, tras una breve pausa sentados para descansar, empezaron a calentar tocando las palmas, moviendo las manos y girando los unos sobre los otros. Luis y Fran abandonaron la misión antes de tiempo por los compromisos del día siguiente, pero los demás seguían empeñados. A ritmo de ‘Juanito el golondrina’ hacían aire con sus camisetas antes de pedir una nueva ronda de rebujitos y, ante el cartel de “No se admiten billetes superiores a 100 euros”, Nuria hace la broma de “no podemos pedir aquí”, con apenas 10 euros en su monedero.

Por fin llegó el momento. Primero practicaron con El Barrio y la canción de Los Flamencos para, tras los primeros compases Vamos a beber de Albahaca, mirarse con unas sonrisas cómplices de satisfacción. Nuria actuaba de profesora mostrando los pasos de baile, que Óscar, Juan y Sara trataban de imitar a pasos trastabillados. Bailaron la primera con un inesperado éxito, para acentuar el desastre en la segunda y terminar desternillándose con la imposible tercera. Al menos lo habían intentado y, tras la larga espera, quedaron más que satisfechos con el resultado. Aunque varios soldados cayeron, cumplieron con su objetivo. El primer tardeo de los estudiantes que vivían el Corpus por primera vez estaba completado.Sin que se dieran cuenta, el alumbrado de la feria cobró color y los leds iluminaban las calles del ferial. Ya no podían marcharse. Veían el lunes muy lejano envueltos en el ambiente festivo. Las obligaciones laborales podían esperar ante la diversión y el buen ambiente que reinaba al ritmo de la sucesión de canciones andaluzas y las bachatas.

Decidieron que era el momento de irse a casa, no sin antes comerse un kebab. Así fue como Óscar, Sara, Juan y Nuria cerraron su primer tardeo en el Corpus, esperando al lunes para disfrutar más y mejor del sano ambiente que se respira en la feria de Granada. Porque, aunque ellos no sean de aquí, han disfrutado igual o incluso más que los granadinos.

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