Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

Un americano en Granada

Una de las coreografías propuestas por Joaquín De Luz.

Una de las coreografías propuestas por Joaquín De Luz. / Jesús Jiménez Hita, Photographerssport (Granada)

Desde que Joaquín de Luz (Madrid, 31 de marzo de 1976), volviese de Nueva York, tras su paso por el American Ballet Theatre (ABT) y finalmente New York City Ballet (NYCB) como bailarín principal para hacerse cargo de la dirección de la compañía en septiembre de 2019, y de esta forma sustituir a José Carlos Martínez, actual director del ballet de la Ópera De París, la formación dancística clásica nacional, se presenta de nuevo y por tercera vez en nuestro festival. En su primera ocasión bajo esta dirección en 2020, con un programa compuesto por el Festival de las Flores de Genzano (Pas de Deux), A Suite of Dances, solo de Jeronime Robbins montado a petición de Mikhail Baryshnikov en 1994 con el que De Luz, regresó a los escenarios españoles, una magnifica pieza Love-Fear -loss de Ricardo Amarante, de esas que no importa ver mil veces por el simple hecho de admirar la danza clásica en su estado más lírico, y de esa que se te quedan marcadas en la retina, y el ballet Arriaga de Mar Aguiló, Pino Alosa y Joaquín De Luz coproducido por nuestro Festival como colofón de la velada. Programa que supuso un afortunado deleite para los asistentes y amantes de la danza. Al año siguiente en 2021 la Compañía Nacional de Danza, pese a los difíciles tiempos pandémicos, supo superar las dificultades de los momentos que acontecieron, no solo demostrando una calidad escénica tanto a nivel técnico como artístico evidente en su elenco, sino con el reto que todo nuevo director se auto impone, estrenando un clásico, con su propia versión de Giselle

'A tu vera'

Esta tercera vez quizás nos hayan visitado con un programa condicionado por la proximidad de las fechas de actuación entre Valencia y Granada, que ha hecho que la compañía se haya tenido que dividir en dos para atender a su cada vez más seguidor público, y que nos ha dejado una velada sin la potencia de un numeroso cuerpo de bailarines desplegando su energía sobre el escenario de nuestros preciados jardines del Generalife.

La Compañía Nacional de Danza propuso tres coreografías diferentes en el Generalife. La Compañía Nacional de Danza propuso tres coreografías diferentes en el Generalife.

La Compañía Nacional de Danza propuso tres coreografías diferentes en el Generalife. / Jesús Jiménez Hita, Photographerssport (Granada)

El programa elegido para anoche, estuvo compuesto por tres piezas; comenzando con la riqueza que da el mestizaje y encuentro de la luminosa danza española de Sara Calero y la impecable danza clásica y brío de Joaquín De Luz, ambos sumergidos en una interpretación vigorosa y llena de esplendor radiante, como primeras figuras de la danza de este país en A tu vera, donde se fusionan hacia una única alma dos códigos de movimiento como encuentro fortuito.

Es un cuarteto de dúos, en el que destaca la pareja principal que ellos juntos forman, producto de la fusión de ambos lenguajes y de la admiración de la danza del otro. Esencias de carácter, conexión de identidades, amplitud de miras y versatilidad de formas. Quizás la propuesta más novedosa y arriesgada para el programa de anoche fue este estreno mundial en nuestro festival. La pasión por la profesión y admiración mutua entre ambos les hace llegar a una conjunción estética magnífica que, arropados excelentemente por la música dirigida por Pablo Martín Caminero (contrabajo) y el sonido magistral de la guitarra de Javier Conde, desembocan en una energía ecléctica de renovación de formas a los sonidos españoles. Rasgueos de guitarra española, farruca, martinete o la canción de Los cuatro muleros de nuestro Lorca, suponen un auténtico deleite para el espectador. Y todo ello integrado perfectamente como parte de la misma propuesta estética, que además se enmarca en un importante y maravilloso elemento escenográfico firmado por Ricardo Sánchez Cuerda. Una escalera con pretensiones de “infinita” pero que acaba en una puerta domina el espacio paradójico que crea en escena y que alude a las de Escher, desafiando la distribución del espacio para los bailarines, para acabar girándola frontalmente hacia el espectador, y que tras extender hacia su altura unas cuerdas, nos hace aludir al diapasón de una guitarra española, con cejilla incluida, y parece culminar en la impresionante luna llena de la velada.

'Apollo'

Apollo, más conocido por Apollon musagète, ballet neoclásico de 1928 en dos cuadros, tal y como la presentaron en la 65 edición (2016) los artistas del Teatro Bolshoi de Moscú y solistas del Mariinski de San Petersburgo. La historia se centra en Apolo, el dios griego de la música, que recibe la visita de tres Musas: Terpsícore, musa de la danza y el canto; Polyhymnia, musa del teatro; y Calliope, musa de la poesía. El ballet toma como tema la antigüedad clásica, aunque su trama sugiere una situación contemporánea. Se preocupa por la reinvención de la tradición, ya que su inspiración es barroca, clásica o incluso posbarroca / rococó / galant. La pieza, a pesar de tener el valor de ser la exitosa y primera gran colaboración del coreógrafo George Balanchine y el compositor Igor Stravinsky para los Ballets Russes, queda ya a los tiempos que corren algo anacrónica y bastante repetida dentro de este escenario, aunque sí interpretada brillantemente en esta ocasión por Alessandro Riga, Ana María Calderón, Elisabetta Formento y Giada Rossi.

En su estreno la escenografía y el vestuario de la producción de Balanchine fueron en origen del artista francés André Bauchant. Coco Chanel proporcionó nuevos trajes en 1929. Apolo vestía una toga reelaborada con un corte diagonal, un cinturón y sandalias con cordones. Las Musas vestían tutús tradicionales. La decoración era barroca: dos grandes conjuntos, con algunas rocas y el carro de Apolo. En la danza resurgió un cierto academicismo en el estiramiento y salto hacia arriba del cuerpo, pero Balanchine dobló los ángulos de los brazos y las manos para definir en cambio el género del ballet neoclásico. Más tarde en 1979 sería bailada por Mikhail Baryshnikov. A pesar de los cambios y actualización posterior, el ballet se ve ya algo vetusto en cuanto a su movimiento, aunque no tanto en cuanto a la estética. Quizás obra no muy acertada para la conjunción del programa.

'Heatscape'

Y para cerrar, como fruto de la vuelta a la americana, de De Luz a España, Heatscape (Justin Peck - Bohuslav Martinu), un ballet creado originalmente para el Miami City Ballet (Center for Performing Arts de Florida, EEUU, 27 de marzo de 2015) donde se fusiona el ballet con cierto aire callejero, pero con rigor académico y técnico, alegría, vitalidad de la danza misma, y esa forma de bailar suelto y desenfadado propio de la escuela americana, con muestras evidentes de placer por hacerlo, muy lejos de la línea neoclásica europea aún más evolucionada y contemporánea, aunque con aportaciones de riqueza y amplitud de estilos para la compañía.

Una pieza ideal nada fácil, en un escenario que como todos sabemos ya es capaz de condicionar cualquier propuesta dándole una vuelta única. En conjunto las tres obras sin mucha interrelación entre sí y con tan sólo la complicación de la gran escalera a la hora de adaptarlo a nuestro ajardinado espacio escénico.

Compañía

La troupe de bailarines es merecedora de señalar que han mejorado notablemente el buen nivel artístico-técnico del que gozan en sus interpretaciones, dotado actualmente de un renovado y joven elenco que se suma al peso de los bailarines de mayor bagaje. Aires de vuelta a la americana para este programa, siempre beneficioso para el enriquecimiento de la única formación dancística estatal de ballet, que tiene que asumir tan amplísimo repertorio, en defecto de más compañías estatales de danza. Difícil intento el de abarcar obras que van desde ballets puramente clásicos a coreografías de lenguajes más contemporáneos, e incluso danza callejera que poco a poco también tiene su calado hacia espacios más escénicos, obteniendo como resultado este homenaje a la danza americana con guiño a la danza española, aún pendiente por logro el de conseguir su redondez, que posiblemente consiga en su próxima actuación en Madrid. Pero la danza, además de ser un mundo donde no existen las fronteras, es un lugar de simbiosis, y osmosis en cuanto sus formas de movimiento, códigos y lenguajes, en continua evolución, como parte de nuestra cultura e identidad.

Almudena Grandes nos lo decía bien claro: “Las experiencias artísticas, los libros, las películas, las imágenes, la música y la danza por supuesto, son emociones, son vidas de mas, una persona que lee libros, que ve películas, que va a conciertos, vive más, no más años, pero sí muchas más experiencias que una persona que vejeta al margen de la cultura. La cultura es emoción, la cultura es identidad y la cultura es un ingrediente de la felicidad.” Razón más que justificada para que todos debamos exigir más cultura, para estar realmente a la altura de los países de nuestro entorno, y razón manifiesta de una sociedad libre, democrática y de bienestar social.

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