Memoria histórica

La memoria recuperada de Aurelia Gutiérrez Blanchard a través de las cartas de su hijo

  • La granadina Eva Barahona rearma gracias a las misivas que encontró en un baúl la vida de su bisabuela, directora interina de La Normal de Melilla, destacada maestra y pedagoga y asesinada en Valladolid en 1936

Eva Barahona, bisnieta de Aurelia Gutiérrez Blanchard.

Eva Barahona, bisnieta de Aurelia Gutiérrez Blanchard. / Antonio L. Juárez

“A mi bisabuela ya la conozco, tengo una relación con ella de amor y de admiración absolutos”.Eva Barahona, granadina, destaca el valor de Aurelia Gutiérrez Blanchard, su capacidad de trabajo, su dedicación por los demás. “Siempre estaba pendiente de todos, tenía una conciencia social tremenda”. Ese compromiso llevó a esta mujer, pionera, a recoger firmas para defender a un compañero, maestro, de un delito, de la muerte de un falangista. También se entrevistó con el ministro de Educación para que la Escuela Normal de Magisterio de Melilla pasara a ser Escuela Superior. Gutiérrez fue directora interina de la Escuela de Magisterio de la ciudad autónoma, antecedente de la actual Facultad dependiente de la Universidad de Granada. Fue asesinada en el 36 y forma parte de la treintena de personas a los que la institución académica reparó y que sirvió para que Eva escribiera un nuevo trazo de la historia de su bisabuela y de su propia familia.

Aurelia nació en 1977 en Santander. Se casó con Manuel Barahona, funcionario, con quien tuvo cuatro hijo. Se divorciaron en el 38, recuerda su bisnieta. “Vino a Granada porque el padre de Manuel era militar y estaba destinado aquí”. Aurelia se matriculó en La Normal, hoy sede de la Junta en Granada, para formarse como maestra. Estaba embarazada del abuelo de Eva, Enrique Barahona. “Era la única manera de entrar en la Escuela Superior de Magisterio”, relata Eva, que incide en que Aurelia no tenía necesidad de trabajar, “pero lo tenía clarísimo”. Cursó sus estudios, realizó estancias en el extranjero, pasó por las escuelas de Jaén y Almería antes de recalar en Melilla, donde desde el año 32 ejerce de directora interina, cargo que puede asimilarse al de actual decana. “Ella quería luchar por el bienestar de los maestros, que estuvieran bien formados.Tenía como modelo los sistemas de enseñanza inglés y suizo”, que tuvo la oportunidad de conocer en sus estancias internacionales.

Su labor pedagógica caló en sus hijos. Dos de ellos, Elena y Enrique (el abuelo de Eva Barahona) fueron maestros. Los dos también fueron depurados. Enrique Barahona se casó antes de la guerra con Asunción, granadina que trabajó en La Chilena, mercería de Gran Vía.

Aurelia Gutiérrez Blanchard. Aurelia Gutiérrez Blanchard.

Aurelia Gutiérrez Blanchard. / M. G.

El alzamiento del 18 de julio del 36 pilla a Enrique en Tarragona, lugar al que estaba destinado como maestro. No pudo regresar a Granada, donde estaba su mujer y su hijo, Enrique, un bebé. El abuelo de Eva pasó a Francia, donde estuvo en dos campos de concentración. Las penurias y los problemas de salud que sufría fueron fatales y murió en 1941, sin haber podido regresar a Granada. A su hijo le envía cartas, el único legado que el maestro exiliado le pudo dejar. Cartas que son censuradas antes de llegar a su destino y en las que insistentemente pregunta por su madre, por Aurelia. Eva cuenta que en agosto del 36 en Valladolid, sacaron a su bisabuela de su casa, la metieron en un taxi y le pegaron un tiro. “Su hijo Manuel fue el que reconoció el cadáver”, resume Eva. “Mi abuelo no llegó a saber qué ocurrió con su madre”. Tras la muerte de Enrique Barahona, las cartas se guardaron en un baúl. Eva no sabe si su padre llegó siquiera a leerlas.

La guerra y la muerte supusieron que desapareciera todo rastro de Aurelia, pese a su labor social, su capacidad de trabajo y los logros que consiguió en los puestos de responsabilidad que llegó a asumir. “No quedó rastro”, recuerda su descendiente, que sabía de la existencia de las cartas, pero que no las leyó hasta el fallecimiento de sus padres. “Aproveché la pandemia y me puse a ordenar cartas, a leerlas, y a recuperar a historia de mi abuelo y de mi bisabuela”, por los que ahora asegura sentir devoción.

Internet y una serie de “coincidencias” le permitieron contactar con familiares y continuar con las pesquisas que arrojan luz sobre una mujer de “brillantez intelectual”, que se crio en un ambiente excepcional y cultivó amistades como la de María de Maeztu. Su padre era Enrique Gutiérrez-Cueto, director de El Atlántico, y su abuelo fundó La Abeja Montañesa, según recoge la semblanza de Roberto Gómez Amate. Fue hermana de María Blanchard, a la que Lorca dedicó una elegía y fue elemento clave de las vanguardias pictóricas del siglo XX.

Sus logros y su vinculación con la Universidad de Granada llevaron a la institución a incluir a Aurelia Gutiérrez en el primer listado de miembros de la comunidad universitaria que fueron ejecutados o represaliados durante la Guerra Civil y la posterior dictadura. El pasado mes de octubre, en un acto en el que estuvo presente el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, se hizo entrega a los familiares que fueron localizados –y entre los que curiosamente no estaban los de Aurelia– de las declaraciones de reparación y reconocimiento personal. Esta declaración fue entregada por la rectora, Pilar Aranda, a la familia de Gutiérrez posteriormente.

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