Crítica

Enrique Lanz y la Orquesta Ciudad de Granada nos transportan al siglo XVII para asistir, de la mano de Manuel de Falla, al Retablo de Maese Pedro

Enrique Lanz y la Orquesta Ciudad de Granada nos transportan al siglo XVII para asistir, de la mano de Manuel de Falla, al Retablo de Maese Pedro

Enrique Lanz y la Orquesta Ciudad de Granada nos transportan al siglo XVII para asistir, de la mano de Manuel de Falla, al Retablo de Maese Pedro / Toni L. Juárez

El Festival Internacional de Música y Danza de Granada comenzó su andadura permanente, tras dos anticipos de excepción, con la representación de El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla en el Palacio de Carlos V, con la OCG como orquesta y con los títeres de la Compañía Etcétera como propuesta escenográfica. La dimensión de los títeres y la expresividad de la interpretación musical conmemoraron así el centenario de la partitura en un concierto inaugural de altura.

La tan deseada lluvia que durante las últimas jornadas refrescó el inicio del verano granadino auguraban un inicio del Festival de Granada pasado por agua; sin embargo, finalmente el tiempo respetó la velada y pudimos asistir al reestreno de El retablo de Maese Pedro según la propuesta que Enrique Lanz y su compañía de títeres Etcétera ideó hace ya casi quince años, y que en Granada pudimos admirar en el Parque de las Ciencias hace diez años. Una década después la magnificencia de las marionetas, la calidad en su manipulación y el gusto por el detalle no dejan de sorprender, y en una fresca y agradable noche estival hicieron las delicias de los asistentes.

En lo musical la OCG, dirigida por Aarón Zapico, ofreció una suite instrumental que, a modo de prólogo, preparó semánticamente el ambiente en el que se desarrolla la historia quijotesca. Así, se aunaron sendas suites de Telemann y de Boismortier, interpretadas sin solución de continuidad a la partitura de Falla.

Cuando, tras dicho prefacio barroco, sonó la fanfarria que abre El retablo de Maese Pedro se levantó el telón, y aparecieron en escena un conjunto de títeres de gran tamaño, entre los que se encontraban los personajes con voz de la obra. Don Quijote estuvo interpretado magníficamente por el barítono José Antonio López, mientras que Maese Pedro fue puesto en voz por el tenor David Alegret muy correctamente; el papel más exigente, el del niño Trujamán que narra la historia, lo interpretó la soprano Alicia Amo, que hábilmente moduló su voz entre los pasajes declamados, más nasales y dinámicos, y los más melódicos, en los que desplegó brevemente la belleza y profundidad de su voz.

El oído agudo pudo distinguir los múltiples matices y efectos sonoros que a nivel tímbrico regala la escritura de Manuel de Falla en esta obra universalmente conocida. Por su parte, el ojo avizor quizás reconoció referencias artísticas en los títeres que narran la historia de Don Gaiferos y Melisendra en las pinturas de la Sala de los Reyes de la Alhambra, o incluso la cabeza de El aguador de Sevilla de Velázquez entre el público del retablo. En definitiva, la creatividad de Enrique Lanz nos transportó a otra época, una en la que el abuelo de éste, Hermenegildo Lanz, ideaba junto a Falla sinergias tan mágicas como las revividas en esta noche de Festival.

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