Dia 64: Vender España

Dia 64: Vender España / Photographerssports

¿Qué me corresponde decir a mis hijos de las convulsiones políticas actuales? ¿que abran los ojos y recuerden esta crisis más que la muerte de Franco, la Constitución española o el golpe de Tejero? ¿Debo decirles que España, la España que me despertó a la vida, se nos escapa de las manos? ¿Debo decirles que se acabó la herencia de derechos y libertades, y que lamento dejarles un lugar tan complicado, con sensación de lejano Oeste, donde la democracia ya no se mide en votos sino en capacidad de influir con los medios? ¿Es ésta la mierda de democracia que regirá un futuro cercano? Democracia de cocheras, de barrios bajos, de oscuras redes sociales, donde ocultamos una y otra vez nuestras vergüenzas… soy de los que piensa que los culpables fuimos nosotros y nuestra indolencia. Acabaremos convirtiendo al mundo en idiota.

Mientras, mis hijos ya durmiendo. El día ha sido largo. Después de sesenta días, por fin han visto a sus abuelos. Mascarillas puestas, guantes, Carrera de la Virgen. Sesenta días donde, en apenas dos de ellos, lograron pisar la tierra. “Ya sabéis: Os paráis a dos metros”, les advertimos una y otra vez. Pero la culpa fue de los abuelos. Hasta ahí puedo leer…

Días enrarecidos para quienes ilusos, continuamos creyendo que políticos y gobernantes respetan la democracia y a quienes formamos parte de ella. El nuevo triple salto mortal responde ahora a un intento de alargar el estado de alarma por meses completos. A veces pienso que no pueden ser tan vainas, que debe ser una estrategia perfectamente urdida. Pero no. Para nada. Son así. Muestra de ello, los decretos que regulan el estado de alarma. Nunca leí desarrollos legislativos tan opacos y de tan escasa destreza jurídica en su redacción, hasta el punto de producirse tres y hasta cuatro reformas inmediatas de su normativa.

Pero quizá lo peor no sea eso. Peor asistir al compadreo político de mercadillo ambulante en busca de una perentoria necesidad de apoyos parlamentarios, como si realmente el precio pagado fuera un valor propio e innato de una sociedad democrática. Algún día verán que para el ciudadano es una quiebra absoluta que justifica una cacerolada. La de Córdoba, la de Alicante, la de Logroño, la de Madrid… La compra del apoyo nacionalista a cambio de transferencias económicas (debe ser que en Cataluña y País Vasco hay más pobres que en Andalucía…), algún acercamiento penitenciario, algún indulto… vendiendo España. Vendiendo España.

Me duele. Lo único que alegra es que a Nacho, el mayor, también le duele. Menos mal. Algo habremos ganado en esta batalla, digo yo. Hemos sido tan asépticos en la educación de nuestros hijos, hemos querido ser tan neutros, que nos retornamos incapaces de transmitir con intensidad lo más importante: el deber de pertenecer, vivir y cuidar esta hermosa nación, donde todos cabemos, donde todos, nos guste o no, debemos estar dispuestos a defenderla de cualquier ataque. Desde fuera o desde dentro. Siempre cuestioné porqué es tan fácil asumir esta idea en otras naciones, y aquí resulta tarea imposible. Porqué se emocionan al oir su himno y aquí miramos a uno u otro lado por si alguien dice que somos fachas…

Me gustó en estos días de confinamiento ver a muchos, de izquierdas y de derechas, lucir este país y su emblema. En su corazón y en sus balcones. Otra crítica a la derecha que un día se la apropió. Otra crítica a la izquierda que un día la repudió. Me duele. Dejemos de vender España. Merece la pena este país.

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