Ya estamos en la recta final del verano, y seguimos batiendo récords de temperatura tanto en la época estival como en el resto del año. Aunque para negar la evidencia Rajoy invoque a su primo y Trump a su tupé, el incremento de los calores veraniegos está directamente relacionado con el cambio climático que por lo tanto supone un grave problema al que debemos responder con urgencia.

¿Y qué debemos hacer? Hace ya algunas décadas que se están promoviendo a nivel global estrategias de mitigación y adaptación. Las primeras se refieren principalmente a la reducción de las emisiones que producen los gases de efecto invernadero. En el ámbito urbano esto supone por ejemplo volver a construir viviendas como las de antes que no necesitaban aire acondicionado, o fomentar la movilidad sostenible incluyendo mejoras en el transporte público para que se utilice más, al contrario que hace el Ayuntamiento subiendo el precio del billete del bus.

El segundo grupo de estrategias, como su propio nombre indica, pretenden mejorar nuestra adaptación a los cambios que se están produciendo y se van a producir en el clima, como el propio aumento de las temperaturas medias y máximas. Esta cuestión es clave en las ciudades modernas ya que estas sufren además el efecto de la isla de calor, es decir, su temperatura es mayor a la de su entorno inmediato.

La isla de calor granadina podría volver a ser mucho más fresca en verano si se tomaran medidas sencillas en la gestión y el diseño urbanos. Por ejemplo disminuyendo la superficie hormigonada e incrementando sensiblemente los espacios verdes en la ciudad y los árboles que dan sombra y frescor a nuestras calles y plazas. En este contexto los huertos urbanos se perfilan como una opción muy interesante tanto para revegetar Granada como para mejorar la calidad de vida de la población y generar empleo. Eso sí, no olvidemos que nuestro mejor huerto es la propia Vega cuya relación con la ciudad se debe fomentar evitando crear nuevas barreras a las brisas del verano.

Finalmente tenemos la oportunidad de volver a apostar por nuestros ríos. Renaturalizar los cauces no sólo evitaría los malos olores y las plagas de mosquitos, si no que incrementaría además el fresquito que los ríos aportan a Granada. Quizás este puede ser otro de los argumentos para que se transformen los encauzamientos y que podamos reencontrarnos con nuestras aguas escondidas bajo los adoquines o el asfalto.

El debate está servido y quizás el ahorro que supondrían las medidas aquí propuestas pueda ayudar a que en Granada apostemos más por un aire en condiciones que por un aire acondicionado.

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