Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Alarmada normalidad

Vas regresando a hábitos de la antigua contidianeidad pero están ya manchados de alarmas

Regreso a ciertos hábitos laborales después de la pandemia y me saben a gloria. Lo del trabajo en casa tiene su qué, pero este volver a preparar las cosas antes de salir por la puerta; ese coqueto vestirte algo mejor para dar buena imagen ante los clientes, ese acercarte con tu Estella Blanchette de asesora a comprar una buena mascarilla para trabajar bien seguro… Reconforta, la verdad.

Las rutinas laborales tienen el poder de centrar la mente y sobrio el espíritu. Te sientes productivo, parte de la maquinaria que genera ingresos, y luego hasta que tienes para gastos, todo un lujo en estos tiempos postpandemia de lucha contra el virus de la ruina si te tocó fuera de lo estatal, única empresa con futuro según se ve que bien les va a sus curritos-casta cuasi sacerdotal.

Ahora se trata de vivir al día y no programar de más. Piensas en hacer un viaje y después de dos cancelaciones por cambios en el destino ya decides que te coges el coche y te largas con familia o amigos, todo lo más, pongamos que a Portugal, socorrido mundo exterior donde hasta al señor 'Don Simón' le han descubierto buscando ese tan merecido lejos-cerca de esta olla a presión que es la pandemia y sus brotes, rebrotes, clústeres y demás muestras de incivilidad y egoísmo feroz, con esa distancia social que tantos se saltan a la torera en cuanto se acaban el segundo cubata. Los anarco-ricos que voceaban en los barrios finos por sus libertades vulneradas demostraron lo mal que gestionan la salud propia y, por ende, la de todos. Les trataron como niños, y ahora se revelan niñatos en libertad.

Vas regresando a hábitos de la antigua cotidianeidad pero están ya manchados de alarmas. Se te mete el pensamiento de si esto o aquello será seguro, de si será en un espacio pequeño, de si se pondrán todos mascarilla y gel con distancia de seguridad. De si será seguro ligar, usar los servicios del bar, montarte en el bus o tan solo pasear si hay gentío.

La normalidad ha pasado de extraña a incómoda con este no saber si el sitio al que te diriges habrá cerrado temporal o definitivamente; si tu amigo que te da un codo no será portador; si vendrá una nueva oleada y volveremos al encierro en ese horno que son ahora las casas, seguras como cárceles donde penar la irresponsable falta de conciencia en ese 'póntela/ponsela' a la que tan poco le importa tus me gusta, tu tontería particular, tu individualidad.

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