Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Branson

Sobran poetastros aspirantes a premios preconcedidos por algún amiguete y nos faltan estos Césares de la palabra

Cuando los grandes poetas se lanzan a los territorios más vulgares a veces se produce la magia de que su alquimia trastoca las reglas de la realidad y, como sucede siempre con el talento genuino, todos se sienten tocados por la gracia casi divina de la palabra esencial.

Se convierten entonces en cisnes en mitad de vulgares patos. Y le devuelven a la poesía esa capacidad reveladora de lo real y eterno (amor, muerte, odio, venganza, celos) como consiguió hacer este joven poeta cuyo alarde en el circo mediático del Tú sí que vales acabó impreso en un volumen nada menos que de la elitista editorial Visor. Ahí es nada. Y a palabra y cuerpo limpio. Enfrentado a ese jurado de postín y a un público que, con sólo decir que la actuación iba de recitar un poema, ya empezó a murmurar algo parecido al "vaya rollo" acostumbrado entre el populacho poco o nada lector de todo, no digamos ya de poesía.

Como un angelito negro enfurecido vimos a César Brandon hablarnos en poema de la mutua complementariedad del trasfondo binario de la realidad que nos oprime hoy día, es decir, de lo virtual. Porque detrás de tanta pantalla y tanto dato solo existen 0 y 1 solitarios que, combinados, entrelazados en cadenas infinitas, generan los bytes que construyen las imágenes y palabras de esta era virtual que ahora nos vigila.

Ovación y vuelta al ruedo. Pase a segunda ronda. Triunfo por aclamación. Y César tan tranquilo, sabedor de que había tocado con talento un hilo invisible de la realidad que todos percibimos y que él transformó en territorio inteligible para cualquiera, a lo Bécquer o a lo Lope o Quevedo. Poco gongorino pero muy de la época de los slam poetry (revival de las añejas justas poéticas), en línea con los raperos que ponen letra al guión brutal y enfurecido de la rebeldía incorrecta de hoy día.

Sobran poetastros aspirantes a premios preconcedidos por algún amiguete o padrino y nos faltan estos Césares de la palabra rediviva, de esos que limpian los vocablos para rescatar su original sentido, el de conmover y remover y encantar y cantar llegando al corazón del catedrático, del reponedor o del estudiante mismo.

La poesía con poetas así se carga de futuro devuelta al presente. Y hasta Risto Mejode (¿o es Mejide?) se levantó y aplaudió y sonrió. Normal. Nacía un poeta, y lo vimos.

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