Crisis y positivos municipales

Nunca se me ocurrió cuestionar la validez de un cargo si su ejercicio disparaba una notoria rentabilidad social

Alguien debería explicar de una puñetera vez por qué no hay eres ni ertes en la política española. No digo despidos, que también. Deberíamos adelgazar al estilo italiano los representantes de elección democrática, de manera que nuestro país pudiera asumir el salario de verdaderos técnicos que dirijan el futuro nada fácil de nuestra nación. Al menos, en este tiempo de crisis económico-sanitaria. Cuatrocientos cuarenta y cinco mil quinientos ochenta y ocho políticos. Los hay de todas clases: 960 en embajadas autonómicas, 2600 en observatorios y asesores de observatorios, 131.000 en empresas públicas, 1600 políticos retirados con pensiones, 4.800 en consejos económicos, 1.900 en entidades educativas… y 65.000 sindicalistas liberados. Europa afirma que nos sobran 145.000… yo creo que alguno más cabría en la relación de bajas…

Nunca se me ocurrió cuestionar la validez y legitimidad del cargo si su ejercicio disparaba una notoria rentabilidad social. Pero, en estos tiempos, cuestiono si una situación como la de ahora, donde se impone una maximización del trabajo diferido (o teletrabajo), donde determinadas áreas ven absolutamente minimizada su actividad; si no hubiera sido positivo repensar estos auténticos desvaríos y excesos hasta hacer comulgar la función pública con la misma suerte que a día de hoy corre el españolito de a pié.

Ejemplo el último y trascendental debate en el Ayuntamiento de Granada (casi exclusivo y de importancia vital, diría yo), a consecuencia del positivo del alcalde y su colaborador. Los granadinos, creen algunos de nuestros representantes, estamos entusiasmados y en auténtico vilo: si se vieron en los interminables pasillos del consistorio, si no se vieron pero se olieron el uno al otro; si es ineludible y de suma urgencia el visionado de las cámaras para averiguar una verdad que, a juzgar por el notable interés, debe ser asunto de alta trascendencia económica e importancia para el futuro de la ciudad… en fin, qué contarles que no sepan, y no signifique desvelar el próximo y apasionante capítulo…

Como a modo de telenovela, los actores proponen grandes fines para esta investigación, organizan innumerables ruedas de prensa, Juntas de Portavoces, alguna que otra pregunta de pleno… lo que sea menester para justificar la tremenda importancia y notoriedad para el conjunto de los granadinos de su actuación municipal. El final de la película, como la gaseosa, llegando a ebullición…

Y mientras tanto, los brotes aumentan, los contagios se disparan, las hospitalizaciones crecen, los ingresos en UVI avanzan, las cifras de paro, la gente que no cobra, los subsidios que no llegan, la reforma estructural de una ciudad pendiente de una profundísima reforma que evite el mal endémico de una excesiva dependencia del turismo, el hundimiento de la hostelería, la quiebra del delicadísimo tejido industrial, la necesidad de drásticas medidas en todos los sectores estratégicos, la indefensión del ciudadano ante una administración que aún no termina de organizarse para proveer esta nueva situación…

Pero, claro, esto no importa. Sigamos con el positivo del alcalde. Es mucho más entretenido, da más juego… así justificamos que uno de cada cien españoles ostente un cargo político…

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