Entrevista a un contenedor

Dejó muy claro que no podemos seguir aguantando a estos tipejos que arramblan con el mobiliario urbano

En verano se escriben muchas tonterías en los periódicos. Yo un día en que no tenía nada que llevarme al papel entrevisté a una medusa. Y otro día a un cono de aquellos que ponían en la carretera de la Costa para evitar los atascos. La otra noche me salté el confinamiento y me fui a hacer una entrevista a un contenedor de basura. Me dan pena los contenedores, no solo es el sitio en el que depositamos toda nuestra cochambre, sino que a menos que te los esperes viene un descerebrado y los quema. El otro día, por ejemplo, los cafres que salieron a la calle a protestar por un rapero catalán que habían metido en la cárcel (más por cómo canta que por lo que canta) quemaron 25 recintos donde nosotros depositamos los desperdicios. El contenedor que entrevisté estaba indignado. No comprendía cómo las leyes no son más duras con esos indeseables que salen a la calle a hacer daños al mobiliario urbano. "¿Sabes cuánto os ha costado a los granadinos la broma de los vándalos de la otra noche?", me preguntó él. Le dije que no. "Pues 30.000 euros. Si yo fuera ustedes al tipo que quema un contenedor le estaría dando hostias hasta que pagara lo que cuesta", me dijo. Me contó que el colectivo de receptáculos para desechos estaba muy cabreado por ser el destino de las iras de los indeseables, los antisistema y los que no tienen otra cosa mejor que hacer que divertirse viéndolos arder. Me habló del respeto que se merecen los de su categoría y me contó que su historia se remonta al año 1883 en que un prefecto francés dictó un bando en el que instaba a los propietarios de los inmuebles pusieran un recipiente grande para depositar en él la basura. Y me habló de la etapa negra del Cojo Manteca y del ingrato recuerdo de aquel pirómano que quemó el auditorio Manuel de Falla y al que le encantaba ver resplandor del fuego que desprendían los contenedores. En fin, que más que una entrevista fue una charla en la que me dejó muy claro que no podemos seguir aguantando a estos tipejos que con la excusa de la libertad de expresión o simplemente por diversión arramblan con el mobiliario urbano que pillan por delante. "Por ustedes y por nosotros", me dijo. Y yo no tuve más remedio que darle la razón.

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