Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Feminismo Chanel

Hay un femenismo de élite y subvencionado que ignora a las desgraciadas que sufren una doble discriminación

Lo de Lecrín. La puja del baile de mujeres. Rancio, zafio, casposo. Pero abogo por una mínima indulgencia con la inclusión de tres circunstancias que deberían mover a la reflexión. Primero: no se pugna por la posesión de una mujer, sino por danzar unos minutos con ella. Segundo: no obliga a nadie, quien participa en el juego lo hace por propia elección. Y tercero: el suceso estaría menos municionado si los subastados fueran varones y hembras, si no hubiera distinción de sexo. ¿Justificable? En absoluto. ¿Lo peor? Que el desatino lo amparen el Ayuntamiento y la Diputación, cuyos representantes deberían cuidar los detalles y saber que estos abren o cierran caminos: la chica negra que se sienta en la zona reservada para blancos en un bus e incendia la lucha contra el racismo en Estados Unidos o la ajedrecista que descarta acudir a un campeonato en Arabia Saudí en protesta por las vejaciones que allí sufren sus congéneres.

Hay diversas maneras de defender a la mujer de la opresión y lugares distintos para acentuar. Hay un feminismo de élite: muy preocupado por el lenguaje de género o por el acoso sexual a las actrices de Hollywood (muchas de las cuales denuncian ahora, después de haber triunfado y cedido donde otras compañeras negaron) y muy descuidado con las desgraciadas que sufren una doble discriminación. Es el feminismo que ignora la situación de las Kelly, las limpiadoras hoteleras a destajo. Es el feminismo que no denuncia, porque no la estudia, la situación de las cocineras a seis euros la hora o de las empleadas de hogar sin Seguridad Social. Es el feminismo subvencionado que calló cuando Juan y Medio cortó la falda de una presentadora en un programa de televisión. Es el feminismo que compra prendas de vestir de firmas cuya producción realizan chicas, muchas de ellas menores, sin derecho alguno y en jornadas de quince horas de lunes a sábado en extremo oriente. Es el feminismo que permite la contratación de madres universitarias por medias jornadas que superan siempre las seis horas pero rara vez los seiscientos euros. Es el feminismo machiclasista y sistémico. Es el feminismo Chanel. El que sufren millones de señoras pobres y permitimos en silencio y a diario hombres, mujeres e instituciones. El que encarnan Liliane Bettencourt, Alice Walton o María Franca Fissolo, las dueñas de L´Oreal, Wall Mart y Ferrero. Terrible el `feminismo' de estas señoras y el de quienes bailan con ellas, que quizá se escandalizarían con el machismo naif, campuzo y escaso de recursos intelectuales de Lecrín.

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