Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Hija adoptiva

Mi madre se lo ha ganado. Dio la cara en y por su ciudad, no se marchó nunca y se dejó el pellejo por sus semejantes

Nombraban a mi madre hija adoptiva de la ciudad de Granada el jueves pasado. Entrañable momento que vivimos agradecidos entre amigos (Ignacio Maury, Maureen Gleeson, Ifa Sánchez de la Cuesta y otros muchos), de esos que has visto por casa desde niño, casi desde cuando llegamos a esta ciudad tan heroica como sufrida.

Mi madre, Mercedes Moll de Miguel, esa gran dama que tantos admiran por su tesón y fortaleza ante la vida, salía a recoger el galardón. El alcalde Cuenca besó su mano y le dio el diploma acreditativo. Luego, casi se le quebró la voz al repasar tanta vida tan vivida. Más de medio siglo, casi los años que yo tengo, de darse a los demás y a unos ideales, y eso desgasta pero deja serena el alma.

Recordó ella su llegada aquí recién viuda de mi padre -cirujano militar- desde Sevilla y antes desde Melilla y Barcelona. La vida errante de los militar siempre dignos y de servicio. Recordó mamá su tiempo en la política en Madrid, armando una Constitución que aún perdura. Y recordaba yo las noches en casa con el miedo que teníamos a que nos pasara algo. Los demócratas aún eran 'los rojos' y más aún si eran mujeres valientes y guapas que hasta pensaban y actuaban. Mi madre no se arredró ni perdió ni la empatía, ni la digna elegancia que la caracterizan. Ya vaticinó Lorenzo Martínez Dueñas que 'Merche' iba en la estela de Mariana, las dos jóvenes viuditas.

Mi madre se lo ha ganado. Dio la cara en y por su ciudad y no se marchó nunca. Se dejó el pellejo por sus semejantes. Se gastó en vida por lo que creía noble y justo. Dio ejemplo de coherencia. Renunció a lo fácil por lo debido. Rezó mucho. Vivió mucho. Llegar es difícil pero permanecer es el arte que prueba de verdad tu valía.

Me emocioné, nos conmovimos con sus palabras. Mamá siempre estuvo. Para mí y mis hermanos fue siempre normal tener a una mujer al timón. Nunca nos pareció extraño. Afortunadamente cada vez lo es menos. Es lo justo ser agradecidos.

Sé bien que de todos los premios que ahora le están dando el que más le vale es el aplauso sentido de sus tan queridos cuatro hijos. Fuimos un equipo. Por eso, y en su homenaje, desde hoy firmo mi artículo no con uno sino con mis dos apellidos. El de mi padre de Requesens que sonreirá feliz desde allá arriba y el Moll por esta reina de corazones, una gran madre ya granadina.

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