Hijos que piden intimidad

En los tiempos de las nuevas tecnologías cualquier red social sabe más de nosotros que nosotros mismos

Hemos abusado tanto de la intimidad que la hemos gastado. Los de mi generación dormíamos todos los hermanos en la misma habitación y si acaso, en las casas más afortunadas, había una para los varones y otra para las hembras. Todos revueltos. Luego vino la generación que reclamó su intimidad y exigía su espacio propio. Los padres entrábamos en las habitaciones de nuestros hijos y nos echaban la bronca por haber entrado sin llamar. Te decían eso de "Papá, por favor, respeta mi intimidad". Y tú te ibas con el rabo entre las piernas porque habías cometido el delito de invadir el territorio del hijo. La intimidad estaba tan sobrevalorada que las ferreterías se hincharon de vender pestillos y candados para que nadie osara ver aquello que tú no querías que se viera.

Ahora aquellos que reclamaban tanta intimidad se la han ofrecido gratis a las redes sociales. Se la hemos ofrecido, hablemos en plural. En los tiempos de las nuevas tecnologías cualquier red social sabe más de nosotros que nosotros mismos. Hemos sacrificado nuestra intimidad sin rechistar. Hay una anécdota que pone al creador de Facebook, Mark Zuckerberg, en la Universidad diciéndole a un amigo que gracias a su invento había conseguido miles de datos de profesores, alumnos, correos electrónicos, fotos, 'deneis'… Cuando su amigo le preguntó cómo lo había conseguido, el joven Zuckerberg respondió: "La gente confía en mí y pone todos sus datos, no sé por qué".

A lo mejor es que ahora ya no nos interesa la intimidad y queremos que la gente sepa qué estamos haciendo en cada momento, con quien nos juntamos y cuales son nuestro planes. El otro día le recriminé a un amigo que pusiera en el Facebook fotos estando él con su mujer en Lisboa, a donde había ido a pasar una semana. Le dije que si lo hace público a través de la red social cualquier ladrón podría ir a su casa sabiendo que estaba vacía para robarle. ¿Saben lo que me contestó? Esto: "Ya, pero… ¡y la envidia que le he dado a mi cuñado!" A lo mejor es que preferimos vivir así, limitados de libertad y de intimidad. Me imagino que los jóvenes de hoy que están inscritos en todas las redes sociales posibles ya no tienen derecho a exigir un espacio privado. Si ahora un hijo nos pide que respetemos su intimidad le podemos dar con el móvil en la cabeza después del consabido corte de mangas.

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