Muchas veces hemos comentado que el SARS COV-2 o la COVID-19, como popularmente llamamos al coronavirus, ha dejado importantes secuelas, desde el punto de vista económico, social y sanitario. Pero aún no hemos hablado de las secuelas físicas en nuestros pacientes, que día a día acuden a las consultas de atención primaria, medicina interna y neumología, muchos de los cuales, presentan cierta sintomatología persistente tras haber padecido la enfermedad, con diversos grados de gravedad.

Es cierto que aquellos/as que han padecido la Covid-19 en una forma grave con neumonía hipoxemiante y necesidad de oxigenoterapia, pueden desarrollar secuelas respiratorias graves, que limiten severamente su calidad de vida, por una evolución de las lesiones pulmonares, a fibrosis pulmonar. Pero en otros casos, sin una clara relación con la gravedad del proceso viral, puede producirse sintomatología persistente como: febrícula, dolor de cabeza, astenia, dificultad para concentrarse, pérdida del gusto y el olfato, alteraciones del estado de ánimo, fallos de memoria, tos, sensación de falta de aire, diarrea, pérdida de apetito, dolor abdominal, erupciones, caída del pelo, debilidad en las uñas, dificultad para tragar, pitidos en los oídos, ojos secos o conjuntivitis y palpitaciones. Son lo que conocemos como Covid Persistente o Long Covid.

No se sabe exactamente cuál es la causa de esta entidad clínica, aunque hay varias teorías, como la persistencia de fragmentos del virus en el organismo, tras la fase aguda de la enfermedad, originando una infección latente o crónica; o la generación de una respuesta inmunitaria inflamatoria tardía, que afectaría fundamentalmente a la inmunidad celular.

Sea cual sea el mecanismo de acción, estos/as pacientes, no llegan a recuperarse totalmente, tras padecer la infección y la sintomatología que presentan, se prolonga meses e incluso años, limitando la actividad laboral y en general la calidad de vida de estas personas.

La Covid persistente, por la gran cantidad de afectados, supone un importante reto para nuestro sistema sanitario, que ha de dar una cobertura y un seguimiento a estos/as pacientes, obligando a crear consultas específicas para esta patología y obligando a abrir nuevas vías de investigación que nos permitan conocer a ciencia cierta y de forma pormenorizada los mecanismos implicados en el desarrollo de la enfermedad. Esta patología emergente quizás sirva de acicate, para fomentar la investigación en otras enfermedades de orígen también desconocido, pero cuyo número de afectados es inferior, como es caso del síndrome de fatiga crónica. En un futuro inmediato lo veremos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios