La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Mentir, nueva normalidad

Saben de la memoria corta de sus votantes, así como la transigencia habitual con sus embustes de sus propensos electores

Ala mentira le están empezando a dar formato de costumbre los hacedores de la nueva normalidad, esos que antes llamaban a nuestras casas diciéndonos que otra política era posible. Nos inoculan los Pedripablos del gobierno a menudo con licencias contra la verdad que otros no tienen.

Del comité de expertos que valorasen los cambios de fase en la desescalada, supimos que existía porque así lo anunció el propio Gobierno. Lo ratificaron en ruedas de prensa el dúo simonilla. Incluso el ministro de asuntos aeroportuarios y amigo de Delcy, alardeó en declaraciones televisadas y retuiteadas, de la profundidad técnica de los debates del comité y el alto nivel de detalle científico. Menudo paripé. Todo falso. Le han respondido por escrito al Defensor del Pueblo que no existía tal comité, ni comitó ni cominá. Suficiente embuste, de tal enjundia, sería motivo de la inmediata dimisión... de Pablo Casado. Sánchez no, a él le aplauden por turnos.

Al exabogado de Podemos y Podemas le cayó encima su despido y una acusación de acoso sexual por parte de Pablenin y sus peronistas más leales, por advertir al venerado líder, con rigor jurídico, de los sobresueldos y demás rarezas contables. Les alertó de que sus maniobras en el conocido caso Dina eran un sinsentido de cuya manipulación podría salir tan escaldado como el gato huye del agua hirviendo. La denuncia por acoso sexual ha sido archivada por la jueza, por falta de indicios. Mentir es fácil para Pablo, por la naturalidad con la que sobreseen sus engaños los suyos. Cuelan su verborrea entre los hábitos de sus votantes, los anestesian con dicíos, que diría el gitano Antón de las hipérboles, adornado con tres flores semánticas, derechona, cacique o facha que no falten, y a seguir mintiendo. Les sale gratis.

Reconozcamos que los políticos no han sido muy ejemplares en eso de decir la verdad. Pero existe hoy, al menos lo parece, un desparpajo en nuestros gobernantes para mentir con un desahogo que asombra, por descarado. Han convertido su mentira en un recurso recurrente, que ya dejó de ser un defecto grave para pasar a ser una herramienta más de su discurso.

Sánchez y su antiguo fantasma de alcoba, Pablo Iglesias, saben de la memoria corta de sus votantes, así como la transigencia habitual con sus embustes de sus propensos electores, que prefieren perdonar defectos tales, antes que dar la oportunidad a otras soluciones del espectro ideológico. Es la nueva normalidad política actual.

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