Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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En México se piensa mucho en ti

Como en el chotis del compositor azteca Agustín Lara, ahora, en México también se piensa mucho en Madrid

El presidente mexicano exige al rey de España que pida perdón por la Conquista de América. Cuando un político no sabe qué hacer para mejorar la vida de los naturales de su país, mata fantasmas con el rabo e inventa una polémica estéril que oculta su incompetencia. Inmediatamente, como si de un enfrentamiento de hooligans se tratara, una jauría de políticos en campaña electoral corre a hacerse con trozos de pitanza. De la Conquista y sus motivos, se han dicho muchas cosas. Neruda en su Canto General -esa biblia criolla- sitúa a los conquistadores desembarcando en Veracruz en 1519: "A Veracruz va el viento asesino. En Veracruz desembarcaron los caballos. Las barcas van apretadas de garras y barbas rojas de Castilla. Son Arias, Reyes, Rojas, Maldonados, hijos del desamparo castellano, conocedores del hambre en invierno y de los piojos en los mesones". Son emigrantes, expulsados de España por la miseria y los piojos. El camino se lo abrió la Reina Católica y un marinero genovés alucinado. En cambio, para los historiadores franquistas, los conquistadores "pensaban que en la inmensidad inexplorada de los mares habría islas y tierra, cuyos habitantes no serían cristianos, y soñaban con descubrirlos y enseñarles la Santa Católica Fe", metiéndosela por donde les cupiera. Si nos lleváramos a la Eternidad todos los libros que ha producido la Conquista, terminaría la Eternidad y todavía nos quedarían libros por leer. No los necesitamos para constatar cómo Podemos, que se supone laico, se apunta al carro del perdón, esa herramienta cristiana que te permite pecar, ser perdonado y cometer de inmediato los mismos pecados. La trinidad ultraliberal, maquillada de tres colores para pescar votos en caladeros más poblados, enarbola el argumento de que era otra época. "Es que la Conquista se realizó en otro contexto. No existían los Derechos Humanos". Como si el palo que atravesó a Caupolicán desde el ano hasta salirle por el cuello, no doliera tanto por hacerlo en un contexto expansivo y colonialista, amparado por la Teología y el hambre castellanas. Los chamuscados en Hiroshima y los socarrados en las hogueras inquisitoriales de Europa quizá no entendieron suficientemente por qué ardían como mixtos. Saber que lo hacían por diferentes motivos y en épocas diferentes les hubiera calmado el dolor tanto como un ibuprofeno.

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