Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Mujica, en el Laurel

Puede haber quien se mofe, pero el Pepe ha demostrado que la bondad no está reñida con la inteligencia y es virtud política

Mujica ha zanjado el debate. Ya lo hizo como presidente de Uruguay, cuando siguió habitando en una humilde casa, lejos de las pompas palaciegas. Y lo ha rematado ahora con la renuncia a su condición de senador y sus privilegios, motivada en parte por la muerte de Manuela Tres Patas, la perra que fue su compañera durante 22 años. En España, de manera recurrente y durante décadas, florecía como por generación espontánea la controversia sobre las remuneraciones de los representantes públicos. Un grupo de periodistas se encargaba de precisar que se encontraban entre las más bajas de los grandes países de Europa, ignorando, quizá inocentemente, que los sueldos en esos países eran muy superiores a los del nuestro y los complementos muchos menos. La teoría de los paladines de aumentar los sueldos públicos era, y sigue siendo, que los bajos ingresos exilian de la política a los triunfadores del sector privado, a los mejores, confundiendo a los mejores con quienes más ganan o aspiran a conseguirlo. Señores como Mujica nos han enseñado con su ejemplo que aquellos que anteponen la acumulación de dinero al placer del servicio público no son necesariamente los más idóneos para la tarea.

Puede haber quien se mofe, quien diga que el uruguayo no es un hombre, es un Cristo. O quien lo identifique, también con guasa, con uno de los 36 hombres justos que, según la tradición judía, siempre existen (cuando uno muere nace otro y lo reemplaza), normalmente no se conocen entre sí ni son conscientes de su valía, pero evitan con su sola presencia la destrucción del universo. Vale. Nunca faltarán cínicos. Pero Mujica, el Pepe, ha demostrado que la bondad (que incluye la honestidad y el conocimiento de las propias limitaciones) no está reñida con la inteligencia y es una virtud política capital. En La Zubia dijo cosas profundas que todos sabemos y olvidamos a diario. Que la Tierra es limitada y la ambición no. Que los campeones de la agonía mienten y reducen el liberalismo a "un recetario económico". Que "la verdadera revolución cambia los paradigmas culturales" .Y, sobre todo, que nos han reducido a meros consumidores: "La libertad es barata, pero no está en ningún estante del supermercado". Lo oyeron boquiabiertos muchos políticos granadinos, alguno de ellos impostor a sueldo. ¡Bien por Pedro Enríquez, el padre de la idea! Tremendo acierto distinguir la poesía política y hacernos estremecer con las palabras de este verso suelto, Mujica, que logra mantener viva la fe en la humanidad y su porvenir.

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