Cambia, todo cambia

Nuevas pobrezas del desarrollo

En la actual pandemia nos enfrentamos al ejemplo más extremo de una realidad cada vez más palpable

El presidente norteamericano Harry Truman prometió en 1949 que el desarrollo traería la felicidad a un planeta que él definió como subdesarrollado. Sin embargo, tras siete décadas de imposición violenta y colonial de este dogma, nos encontramos con un crecimiento exponencial de lo que el territorialista italiano Alberto Magnaghi denominó como nuevas pobrezas del desarrollo. Básicamente se trata de los conflictos que produce en nuestras vidas el desarrollo y en particular el modelo de ciudad metropolitana que lo caracteriza.

El economista Ignacy Sachs, señala que este crecimiento urbano y el propio desarrollo han favorecido entre otras cosas el aumento de la vulnerabilidad biológica de la especie humana generando un incremento exponencial de las enfermedades sobre todo el cáncer, pero no sólo. Así en la actual pandemia nos enfrentamos al ejemplo más extremo de una realidad cada vez más palpable.

A diferencia de las pobrezas tradicionales que impactan casi exclusivamente sobre la población subalterna, las nuevas pobrezas del desarrollo afectan al conjunto de la población como ocurre con el Covid-19. Eso sí, no hace falta decir que aquellos sectores sociales más afectados por las pobrezas tradicionales sufren con más virulencia los problemas generados por el desarrollo.

El que estas nuevas pobrezas del desarrollo afecten a todo el planeta de manera transversal implica que una mayoría de la población se cuestione el desarrollo tal y como ha sido impuesto. Muchos son los errores de este modelo para que en 70 años hayan aumentado el hambre y la pobreza, al tiempo que nuestras sociedades son más frágiles y nuestra vida está amenazada por peligros crecientes o que ya creíamos superados, como la actual pandemia.

Esta crisis constituye por tanto una nueva oportunidad para que reaccionemos y (re)construyamos otras formas de relacionarnos entre las personas y con la naturaleza. Es muy urgente reducir nuestros impactos ambientales y el consumo de recursos a través de la relocalización de la economía, empezando por la alimentación en este momento de emergencia planetaria. De esta manera podremos generar los miles de empleos que ya necesitamos y comenzaremos a enfrentarnos a las incertidumbres con menor sufrimiento.

Incrementar la producción y el consumo de alimentos de cercanía implica una transformación de las agriculturas que llevamos décadas planteando y que ya señalé como la oportunidad para superar la crisis agraria en esta misma columna el pasado 20 de Febrero. El proceso será mucho más rápido de lo que nos creemos y así tendremos un punto de partida para transformar nuestro modelo metropolitano y el resto de la economía cuyos defectos son más lentos de corregir.

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