Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Orgullo gay

Me indigna que haya quien arremeta contra la estética de una manifestación que celebra el derecho a ser libres

Cuando contemplo las manifestaciones del Día del Orgullo Gay suelo recordar a la Juanita, la versión trans y marenga de Keith Richards en el Motril de los 60. Juanita era una mujer con el rostro arado de arrugas y embutida en un cuerpo de hombre, unos pantalones estrechísimos con un pañuelo a modo de correa y unas camisas de colores con los picos inferiores anudados a la altura del ombligo. Juanita pintaba, encalaba paredes mientras entonaba coplas y soportaba las bromas crueles de los chiquillos de entonces. Siempre estuvo un poco loca, y se lo repitieron tanto que acabó enloqueciendo por completo; porque La Juanita, Juanita Banana, era tan inocente y tan pobre que no tenía ni armario en el que refugiarse. Me acuerdo también en este día de Proust, Wilde y Lorca, tres de los escritores que me regalaron algunos de los mejores momentos de mi vida. Y de McCullers, esa norteamericana dotada de un originalísimo estilo preñado de lirismo y de tristeza. Y no olvido a ninguno de los gays o lesbianas que me brindaron su amistad o con los que conviví de joven. La mayoría no eran ricos, ni actores, ni diseñadores de moda, ni vivían en grandes ciudades, por lo que tuvieron que sufrir expresiones municionadas de despecho: bolleras, tortilleras, machorras, maricones, sarasas, mariquitas de azúcar o de la cáscara amarga que transitaron su juventud por "la acera, de enfrente", la de la represión, la clandestinidad, y la vergüenza. Los recuerdo y me indigna que haya quien, para disimular el prejuicio, arremeta contra la estética "escandalosa" de una manifestación que celebra el derecho a ser libres, iguales y diferentes. El mensaje latente es claro: que hagan lo que quieran con discreción, a oscuras… pero, en público, que no den mucho por culo.

¿Escandalosa la fiesta del Orgullo? Para escándalo, las tracas de Valencia, las salvajadas de los alemanes en Mallorca, la barbarie de los hooligans ingleses o la embriaguez colectiva de algunas romerías presuntamente piadosas. ¿Por qué no van a poder exhibirse una vez cada 365 días y celebrar la conquista de la libertad sexual aquellos a quienes se les ha negado la calle y hasta el derecho de ciudadanía durante siglos? ¿Por qué no van a poder lucir una bandera con el arco iris que simboliza la aparición de la luz después de épocas de cielos grises y tormenta? Los gays… judíos sexuales. Y ellas, las tres veces judías, las mujeres, pobres y lesbianas. ¿Quién soy yo, quién es nadie, para decirles cómo tienen que vindicarse?

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