Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Padre de una perra

La comprensión y el amor hacia los animales nos hace más humanos. La civilización tiene esa causa pendiente

Hay sucesos aparentemente menores que informan sobre la complexión moral de un pueblo. El descubrimiento de los cadáveres de ocho perros, dos de ellos con síntomas de haber sido ahorcados, en un cortijo de La Alpujarras. Por ejemplo. La noticia me ha dejado cabizbajo, quizá porque, como he leído por ahí, y lo copio, soy padre de una perra. Ella no es mi hija, pero yo soy su padre: la adopté, la crie, la paseo, la alimento y la arropo para que duerma caliente. También le hablo constantemente, y ella pasa, porque está teniente: no oye absolutamente nada por más que alce la voz. Aún así, nos basta mirarnos para entendernos, me ha convertido en un experto en expresión corporal, su rabo dice más que muchas lenguas. Viky es parte de la familia, tanto que en el parque al que acudimos a diario conocimos antes a los perros que a sus dueños; y había días que uno preguntaba por "el padre de Govinda" y otro por "la madre de Luna".

Además de sorda, Viky es inútil total, porque de puro buena es tonta, con lo cual pierde una de las facultades fundamentales, avisar del peligro, que hace miles de años sirvió para que personas y perros intimaran e intercambiaran servicios. Desde entonces el perro es el mejor amigo del hombre, pero el hombre no siempre es el mejor amigo del perro. Los hay que compran cachorros para entretener a un niño y los abandonan cuando crecen, o que los utilizan durante la temporada de caza y los matan cuando se hacen viejos y pierden velocidad, o que los envenenan porque les molestan los ladridos u odian a sus dueños. Gente que no se diferencia del tigre. Gente cruel que difícilmente será buena ciudadana. Gente como la que llevó a Leonardo a identificar al ser humano con el rey de las bestias y decir que llegará el momento en que "el hombre verá el asesinato de los animales como ahora ve el asesinato de los hombres". Gente infinitamente menos sentimental que Viky.

La comprensión y el amor hacia los animales, compadecerlos y simpatizar con ellos, ser conscientes de que sufren y sienten, de que "saben aunque no sepan que saben", nos hace más humanos. La civilización tiene esa causa pendiente. Por algo concebimos el paraíso con un lugar en el que los hombres aún no habían cosificado a los animales con los que podían convivir en paz y hasta hablar el mismo idioma.

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