Plaza del Carmen

En España parece normal que las autoridades asistan a los cultos de una determinada religión

Querida tía Masako: ¡Ya estoy en Granada! La Alhambra me pareció bien, aunque algo vieja. Lo mejor es una campana que la gente toca para anunciar su predisposición a aparearse. Es un ritual similar al de las perdices. Madrugué para tañer la campana con afán pero no acudió ninguna interesada, ni interesado. Quizá no la toqué bien.

Me alojo en la céntrica Plaza del Carmen, donde está el Ayuntamiento. Al volver de tocar la campana me encontré un desusado bullicio en la plaza. El conserje del hotel me explicó que se estaba preparando una fiesta, pero parecía que preparaban una batalla: se habían desplegado legionarios y más de setenta policías, demasiados para una fiesta. El alcalde recibió a un militar de alta graduación (quizá un mariscal). Luego trajeron un estandarte antiguo, que aquí llaman "pendón", igual que a los individuos de conducta sexual voluble. A continuación, el alcalde, el pendón, el mariscal y otras personas vistosamente ataviadas se fueron a misa; pues, según el conserje, en España parece normal que las autoridades asistan a los cultos de una determinada religión, incluso para celebrar la victoria de esta sobre otra.

Mientras regresaban, el conserje me explicó que la fiesta conmemoraba la rendición de la ciudad en 1492. Menos claro me quedó si el alborozo obedecía a la inmediata expulsión de los judíos o a la posterior conversión forzosa de los musulmanes. Sí me quedó claro que hay división en torno a la fiesta, pues algunos no comparten ese alborozo y se reúnen a la misma hora en otro sitio para leer un manifiesto por la convivencia.

Cuando regresaron los del pendón, la plaza rebosaba de gente. Varios enarbolaban banderas: unas rojas y amarillas, otras con el dibujo de una granada y otras que me recordaron la época de los samuráis. La fiesta consistía en intercambiar improperios con un grupo menor que, en un rincón de la plaza, agitaba banderas blanquiverdes. Será la forma normal de divertirse aquí.

La policía separó a los dos grupos para que no se pegaran. La tensión ha sido tanta este año que ha venido un señor inglés, de apellido Smith, para calmar los ánimos.

No se leyó allí ningún manifiesto por la convivencia. En vez de eso, se tremoló el pendón en el balcón del Ayuntamiento y los legionarios interpretaron himnos. Según el conserje, la "fiesta" había transcurrido con total normalidad. Sí, sí: tan normal como tocar una campana para buscar pareja.

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