Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Postpandemia

La información es sinónimo de poder, pero en situaciones de emergencia es vital para la salvación del rebaño

Ya van preparándonos desde los púlpitos del poder para los más que previsibles rebrotes de la pandemia que hace nada estábamos dando por archivada. Desde que todo esto empezó se observa un cálculo metódico de la información a sabiendas de que son millones de personas cuyas vidas y haciendas dependen de lo que hacen, comportamiento que depende en gran medida de la información de que disponen. La información siempre ha sido sinónimo de poder pero en situaciones de emergencia es además algo vital para la salvación del rebaño.

De ahí que nos movamos entre la información, la desinformación, la contra información y la ignorancia voluntaria. Entre tanto galimatías la gente común ha ido perdiendo la confianza y se va fiando más de lo que le cuentan por las redes sociales y de primera mano amigos y familiares o los vecinos del barrio. No queda otra. Ya no sabes quién miente más y tampoco tienes tiempo de ponerte a desentrañar los oscuros intereses de unos y otros.

La incertidumbre y la angustia, antes por coger la enfermedad y ahora por no morir de hambre, presionan a la masa. Hay tensión por doquier. Los que reabren los negocios vienen de no haber dormido haciendo cuentas de lo mucho que deben. Un panorama de desaliento y resignación, pero también de resistencia y valentía, se percibe por donde vayas. Descartado el turismo, con el comercio de cierre en cierre, se adivina difícil el porvenir, manchado de antemano por la más que previsible nueva oleada de rebrotes. Unos la ubican en octubre y otros la adelanta a julio o septiembre. Quién sabe. Vivimos al día y con estar vivos ya podemos estar satisfechos. Hay quien ni siquiera ha sobrevivido.

La cosa va para largo y habrá que hacerse el cuerpo a este confinarse/desconfinarse que la dura realidad nos impone. Atrás quedaron los tiempos del me gusta no me gusta narcisista en que habitamos. Ya a nadie le interesan nuestros gustos cuando se ven largas colas en los comedores de la beneficencia, de San Juan de Dios por ejemplo, con personas de lo más común haciendo cola horas antes de que repartan la pitanza.

Tiempos de bajada a la realidad sin maquillajes, de buscar de redescubrirnos más fuertes y más sabios de lo que nunca pensamos. Porque si ya tuvimos una crisis hace doce años y no aprendimos, ahora llegó otra más fuerte por si algo quedó por descubrir de nuestras enormes capacidades.

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