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Rafael Padilla
Neopuritanismos
La chauna
Admitiendo que de política exterior sabemos menos de lo que deberíamos, ello no es óbice para compartir algunas dudas que provocan las putinadas que sufren hoy Ucrania, y también el mundo libre, a causa de la invasión rusa de un país soberano, de cuyas consecuencias surgen muchas dudas que nos llevan a tener preguntas de respuesta incierta.
La amenaza que extiende el dictador ruso con su vocación guerrera, tiene que ver con la salvaguarda de la calidad de vida que hoy tenemos en la vieja Europa. Porque a estas horas, haber expulsado a Rusia del festival de Eurovisión, de la Champions, la Euroleague y la Europa League, no parece que vaya a alterar nuestra cotidianidad ambiental tanto como el precio del gas, el del aceite de girasol e incluso el del petróleo. Esa inestabilidad que se atisba, ¿cómo va a afectar al vivir cada día, sin que lo básico, la primera necesidad, se vea siquiera aturdida?
Dudas sobre si eso que conocimos en la anterior crisis llamado prima de riesgo va a volver a ser un peligro para financiar las cuentas de nuestro país. Porque conocemos las primeras consecuencias de la putinada rusa y ponemos de guardia nuestros sensibles sentidos. Algo ha cambiado en la respuesta internacional contra éste sátrapa de manual al expulsar a Rusia del sistema interbancario Swift. O cuando ves cómo Suiza, siempre en la más estricta neutralidad obligada por su rentable potencialidad bancaria, rompe su histórico equilibrio para posicionarse en contra de las putinadas y a favor de congelar sus activos. Ser ruso fuera de Rusia se está convirtiendo en un serio inconveniente. Será eso lo que prefiere don Vladimir.
Para que la visualización del drama no sea problema, incluso La Liga de fútbol que preside el peculiar Javier Tebas, ha rectificado el rótulo del "No a la guerra" por el definitorio "No a la invasión". Conciencia que no falte, pero tampoco pidamos más compromiso a Sánchez que el de la buena voluntad del gobierno social-comunista español que envía besos y abrazos a Ucrania pero no armamento, como ha hecho la mayoría de países, porque la ministra podemita Belarra amenaza con dimitir. Hipoteca de Sánchez, vergüenza de España.
Pero que nuestro vivir cada día sufra la incertidumbre de la posible escasez, no es nada comparado con la putinada más peligrosa: la amenaza nuclear del psicópata Vladimir. Que las 6.200 cabezas nucleares que almacena el exespía ruso le sirvan para hacer de Europa una Siberia tropical acojona mucho. Más aún.
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