Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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San Fermín, eventos

Los Sanfermines son como una matrioshka que contiene muñecas repulsivas y muñecas adorables

Mi amigo Pánfilo, que lleva ya jubilado 15 años, en algunas cosas es muy radical. Está empeñado en que San Fermín deje de organizar "eventos". Cuando le recuerdo -él me ha contado muchas cosas de su vida- que, cuando hizo en bicicleta el Camino de Santiago en 1999, se detuvo en Pamplona en los Sanfermines y que, incluso, se levantó temprano para poder contemplar desde la plaza de toros la irrupción del encierro del día 13 de julio de aquel año, me contesta que él cuando viaja también lo hace para observar los comportamientos del ser humano en sociedad. Y me explica que los Sanfermines son como una matrioshka que contiene muñecas diferentes. Me habla de la delicadeza con la que unos jóvenes nativos, todos espigados y muy guapos, bailaron en la plaza del Castillo de Pamplona, a la noche, la danza más delicada y antigua que jamás haya visto bailar. "Pero", continúa embalado, "desde que el borracho de Hemingway promocionó el interés por otras muñecas que habitan también dentro de la gran muñeca rusa (muñecas báquicas, orgiásticas y descontroladas), San Fermín en persona debería de haber tomado cartas en el asunto, retirando su patronazgo a una algarabía tan salvaje". No entiende Pánfilo cómo el santo no se ha pronunciado ya sobre los abusos sexuales que se producen ineluctablemente entre el día 6 y 13 de Julio en Pamplona. Tan enfadado está mi amigo con el asunto de la Manada que ya ha escrito a un diputado de su ciudad para que presente una Proposición no de ley en el Congreso para suprimir los Sanfermines, o si esto no es posible, por la cantidad de puestos de trabajo que crean, Pánfilo se contentaría con que San Fermín, del que dice que hasta ahora no ha demostrado tener dos dedos de frente, recuperara la sensatez y exigiera que hombres y mujeres celebraran la fiesta por separado. Le pregunto que si esta actitud tan severa no se deberá a que a él ya no le quedan ganas ni fuerzas ni para ser mayordomo en las fiestas de Cenes, su pueblo. "Me temo, Pánfilo", le reconvengo, "que ya no sirves ni para organizar el refresco del día de San Bartolomé". Se me enfada y me dice que si a alguien se le ha ocurrido instalar en los móviles de las chicas una aplicación que informe de si quieren o no quieren tener relaciones, por qué él no va a poder aportar ideas.

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