Acta non verba

Curro Ledesma

rfledesma@economistas.org

Seiscientos once

Héroes anónimos que se merecen nuestro respeto con la misma seriedad con la que se saluda a los héroes de guerra en otros países

No les voy a negar que he dudado en escribir el artículo de hoy por aquello de la intimidad. Pero como he pasado más de veinte años de exposición pública he decidido escribirlo desde una habitación con vistas a Sierra Nevada y a mi querido Albaicín del que tuve el inmenso honor de ser su alcalde de barrio. Plasmo estas letras desde el convencimiento de que mi inesperado viaje cale entre nuestros lectores.

Me encuentro en la sexta planta de neumología del hospital Virgen de las Nieves. ¡Cómo nos cambia la vida en cuestión de seiscientos once segundos! Esto no hace nada más que confirmar lo vulnerable que es nuestra especie a este maldito 'bichito' y a otros, protagonistas del mejor y del peor psicothriller de Stephen King.

Son muchas horas de soledad que se ven interrumpidas por la entrada sorpresiva de esos 'soldados' de la primera línea del frente. Entran decididos, sin temblarles el pulso. Ataviados con sus trajes 'espaciales' se dirigen con gallardía al campo de batalla de esta guerra vírica, sin importarles que el enemigo está dentro de nuestros organismos y que al más mínimo descuido o negligencia pueden caer en el combate. Y si caen ellos, ¿quién lucha por nosotros? Héroes anónimos que se merecen nuestro más sincero respeto con la misma seriedad con la que se saluda a los héroes de guerra en otros países. ¡Basta ya de tanto negacionista y politicastro de pandereta! La gente se muere, sesenta mil sólo en España esta semana.

Esas horas de soledad se hacen más llevaderas con las cientos de llamadas, videollamadas y whatsapp de los familiares y amigos que son tan necesarios en estos momentos tan duros. No duden en escribirle a ese amigo o familiar por muchas rencillas que puedan tener, la vida cambia en seiscientos once segundos y luego puede ser tarde. Hechos, no palabras. Y créanme, ayuda y mucho. He empatizado en todo momento con la crisis del coronavirus, nada más que seguir mi columna, pero ahora es verdaderamente cuando recuerdo las palabras de mi abuelo: "En la vida de todo el mundo, llega un momento en el que el Universo se abre durante unos breves instantes para enseñarnos lo que en verdad es posible". Y a mi me ha vuelto a llegar ese momento. Cómo siempre les digo a mis hijos: "Nunca dejéis de creer".

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