Semana Santa del 21

Toca entender ese Dios en mitad de la pandemia que obliga a sentir que, además del virus, hay algo que debe seguir moviendo el mundo

Toca recordar, sólo recordar. Sin acritud. Toca aprender mirando atrás sólo para coger impulso, para despegar sin cometer errores. No se trata de oleadas, ni estadísticas, ni aumentos exponenciales. Ni rebuscadas fórmulas matemáticas que a modo de brujería predicen estadísticamente el futuro. No. Nada de eso se trata.

Sólo personas. Las que ya no están. Que no vuelven. Irrepetibles. Gente que cuando despiertas, les pones cara, pero no percibes ya su olor. Ni las oyes. Ni puedes tocarlas. Una historia donde tratamos de ser consecuente, de procurar alivio a la razón, de abocar tanto sentimiento desbordado, tanta incertidumbre, tanta impotencia. Alivio. Aunque en ocasiones sea imposible acompasarlo al devenir de los tiempos. Homenajeamos todo lo homenajeable: sanitarios, profesores, fallecidos… cualquiera cedería adulación y complacencia a cambio de conseguir una brizna más de vida, de esperanza, y algo, un poco más, de mañana para ellos…

La Semana Santa del 21 no es la Navidad del 20. Se lo debemos. Entre todos demostraremos que no. No cabe más responsabilidad en nuestras espaldas. Todos. Los de Ganivet y fiestas ilegales, los de cariños fraternales mal entendidos… También la responsabilidad de estas páginas, la de los medios de comunicación. Su papel no es el de asustar. Ni aunque lo hagamos escudando nuestra conciencia en que uno es simple fotógrafo de lo que ocurre a nuestro alrededor. Jugamos en fuera de juego la mayor parte de nuestras líneas. Vendemos nuestro editorial y nuestra responsabilidad social al mejor y más emotivo titular. Legítimo por supuesto, pero irreal cuando propone siempre al mismo y único culpable. Del color que sea. Política y políticos son culpables. Siempre lo serán. Al fin y al cabo el mundo se mueve a través de sus decisiones, Pero ¿de verdad no son más condenables quienes en la calle juegan este partido a su antojo sin pensar en el daño que causan?¿De verdad creemos que basta ahuecar conciencias despejando el balón del área que nos corresponde ocupar? Este partido no lo gana quien venda más o menos líneas…

Escribo este artículo un Jueves Santo, día del amor fraterno, el día de un Dios que entre torrijas y un rayo de esperanza, me devuelve la cordura de sentirme razonablemente vivo en tiempos de desesperación y monotonía. Hoy toca vivir al Dios de los que viven en la tristeza, al Dios de los pobres, al Dios de los que luchan en rebeldía por un mundo más justo, al Dios contestatario que hace mucho olvidó a quienes por único motivo de vida se instauraron en el consumismo y la riqueza. El Dios de la justicia social, el de la igualdad, el del respeto, el de la solidaridad…

Hoy, Viernes Santo, toca entender ese Dios en mitad de la pandemia que obliga a sentir que, además del virus, hay algo más que debe seguir moviendo este mundo. Toca pensar en el sacrificio que nos pide ese Jesús crucificado: sonrisas, vida, mayores, mascarillas, distancia… No hay procesiones, no hay templos en la calle, no hay cera, no hay incienso, no hay penitentes, no hay mantillas, no hay ruido de tambores… No importa. Lo cambiamos por escuchar un Dios que con justicia nos pide trabajar un futuro donde todos cabemos. Somos el seis por ciento de andaluces vacunados. Dicen que abril será el mes del impulso definitivo…

Que esta Semana Santa del 21, que este mes de abril también sea el del amor fraterno. Que pasen una bonita y recogida Semana Santa.

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