Semana de cambios

Mascarilla, sí. Gel, también. Pero con pico y pala. No podemos permitir más lujos. Y el pato, por desgracia, lo pagaremos todos

Algún día debimos evitarlo. La historia se hace jirones, pero la verdad, aunque nos duela, debe prevalecer sobre esta absurda guerra de guerrillas. Respeto, siempre. Prudencia, también. Como criterio, como forma de conducirnos en la vida. Pero la dignidad ya es otra cosa. Y aquello de morir matando, en tiempos de coronavirus, puede ser algo más que un tiro en el pié. Todos saben porqué lo digo, y porqué esta ciudad necesita de actores que remen, que rememos en el mismo sentido, en la misma dirección. Y nuestras disputas, como decía mi padre en el retrete. Bastante tiene la ciudadanía con este disfraz permanente que nos tocó vivir.

En el panorama nacional, si estas elecciones han dejado algo meridianamente claro, es que el Gobierno anda jugando con fuego, y que el fuego, lejos de avivar una malvendida unión de progreso, lo puede estar, de hecho lo está, consumiendo en cenizas. Escandaloso el resultado de Podemos en Galicia, acompañado de un auténtico descalabro en el País Vasco. Llamados a desaparecer del panorama político por pura incongruencia interna e inconsistencia del discurso que una y otra vez hace aguas con imágenes que no avalan aquellas propuestas realizadas en tiendas de campaña.

Pero no son los únicos que deben frenar una vertiginosa sacudida. El pueblo es sabio, y hoy no está dispuesto a comprar siglas, sino certezas. Desconozco lo que les habría vendido Redondo, y ni mucho menos estamos a la altura de su bola de cristal. Pero les aseguro que los crucigramas de Tezanos y sus desviaciones estadísticas del cincuenta por ciento, se han convertido en el chiste esperado de cada encuesta. El último: tres días después de las elecciones vascas y gallegas, vaticina una subida de casi un punto a Unidas Podemos. Ahí es nada.

En cambio, nadie aventuró un duro castigo al Constitucionalismo en el País Vasco. Nadie otorgó suficiente importancia al descrédito que para sus defensores haya podido suponer la permanente puesta en duda de sus valores avalada por el vicepresidente del Gobierno de España. Y lo peor, todos miran para otro lado, con objeto de no sentirse responsables de que hoy dispongamos para su constitución el Parlamento Vasco más nacionalista de la historia de nuestra reciente democracia.

Son todas estas circunstancias las que me aprestan a implorar, a suplicar, que se cierre el telón. Que llegue el verano. Que descansemos. Que hagamos revisar nuestras políticas. También nuestros errores electorales, incluidos los de la derecha, que también los hay. Alguien ha tratado de mover los espacios para recoger los votos que caían del centro izquierda, sin darse cuenta que mientras, como perro de presa, otros moderaban el discurso para ocupar el espacio que nunca debió perder.

Y finalmente, una recomendación: mascarilla, sí. Gel, también. Pero con pico y pala. No podemos permitir más lujos. Y el pato, por desgracia, lo pagaremos todos. Al tiempo.

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