La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Soraya y Pablo

Hablan de forzar la unidad sólo quienes demuestran más miedo al cambio y prefieren la relevancia del ego a su relevo

Ahora que están Soraya y Pablo mano a mano, será lindo verles en un debate público. Nada que no proceda en este tiempo de aspiraciones internas. Uno enfrente de la otra con la TV de testigo contrastando lo que piensan de que los mandatos sean de ocho años máximo; o cómo ven eso de hacer primarias para elegir candidatos nacionales, autonómicos y provinciales. A los compromisarios y afiliados les gustará saber si propugnan para el futuro PP evitar el método "digital" para copar los puestos de salida de las listas; si consideran necesario limpiar los censos aunque los censos se queden limpios de afiliados; si eso de un afiliado, un voto, lo ven bien, etc.

Les gustará conocer esos cambios precisos que propugnan y que exigen los nuevos tiempos. Interesa eso mucho más que saber si Soraya y Pablo coinciden o no a la hora del té; si leen ambos a Machado, Ibsen, Pemán o Azaña; o si tras la cena de embajadores junto al Rey salieron cada uno por una puerta.

A la política debe irse a inaugurar proyectos más que a institucionalizar adeptos. Hacer fijo al elector del partido debería ser el objetivo más que fijar al cargo al elegido. La falta de costumbre a debatir en los partidos nos tiene con hambre de debate. Nada que no hicieran ya Obama y Hillary Clinton por los demócratas norteamericanos. O MacCain contra Romney o Bush por los republicanos. La oportunidad la pintan calva, que es como dicen las encuestas que se ve la cesta del poder pepero: con poco pelo. Tendrán que hacer algo para que les crezca la melena de nuevo. Prepararse para cuando pierda el pelo Pedro.

Superado el trámite del sexteto de precandidatos, ahora queda el definitivo de la pareja de candidatos. Será un éxito comprobar cómo de espacioso es el reto de la integración de los menos votados y el de la necesaria confrontación de pareceres. Para ejemplos de integración que no consulten con Sebastián Pérez. Él es más de podar que de integrar.

Hablan de forzar la unidad sólo quienes demuestran más miedo al cambio y prefieren la relevancia del ego a su relevo. La unidad no existe en ningún partido. Deberían decir comodidad o conformismo cuando la imploran. Nada de malo hay que en el mismo partido haya formas distintas de ver cómo se organiza. Cospedales y sorayos: se les ha colado Pablo. Y parece que viene para quedarse.

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