Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

¡He dejado el tabaco!

Sigo siendo descuidado, facilón y charlatán, pero este verano he hecho treinta días de aislamiento de pretemporada en Madrid

Hace tiempo leí El gran Gatsby, la historia de un hombre que luchó por hacerse millonario y lo consiguió, no por amor al dinero, sino para conquistar a la mujer que amaba, una frívola que valía mucho menos que él. El relato de Fitzgerald arranca de manera poderosa, con uno de los mejores íncipits de la historia de la literatura: "En mi primera infancia mi padre me dio un consejo en el que no he podido dejar de pensar desde entonces. 'Siempre que te sientas inclinado a criticar a alguien, me dijo, recuerda que no todo el mundo ha tenido tus ventajas'". La frase me impactó, puesto que el padre era rematadamente pobre. Hay otro pasaje del libro que jamás olvidaré: Gatsby apuntaba meticulosamente en un cuaderno sus propósitos de enmienda, algo que practico desde que tengo uso de sinrazón.

Los periódicos usan el tema de manera recurrente, durante la primera quincena de cada año, junto a otros reportajes sobre el primer nacido, las dietas de adelgazamiento o los damnificados por la algarabía de Nochevieja. Yo, sin embargo, preparo el listado y lo pego en el espejo del cuarto de baño a primeros de septiembre. Será porque, aunque arrugado y canoso, conservo la misma edad mental desde los quince años y aún funciono con el calendario escolar. El primer punto se repite: salir menos, beber poco y dejar de fumar. Los otros suelen ir variando, pero los hay que regresan: hacer deporte, estudiar inglés, evitar a la gente tóxica, hablar menos, aprender a decir no, cuidar a los seres queridos, especialmente los mayores… Y, últimamente, releer a Faulkner, a Proust y a Shakespeare. Nunca lo logro.

Sigo siendo descuidado, facilón y charlatán. Pero este verano me he preparado a conciencia, he hecho treinta días de aislamiento de pretemporada en Madrid para adelantarme a la fecha y he salido triunfante cuando sólo me faltan dos columnas, una con esta, para las vacaciones. Era tanta la satisfacción que, para celebrarlo, me endiñé el viernes un dry martini en Chicote y un margarita con mezcal en José Alfredo. Me puse muy contento y le pedí un pitillo al compañero de barra. Me lo dio, lo apuré y concluí después con un punto de tristeza que las recaídas forman parte de los procesos de desintoxicación. Y que vuelvo empezar el uno de septiembre, bueno, el dos, porque el uno me han liado para una cena. De vuelta a casa me consolé pensando que, al menos, nadie podrá decir que no soy fiel a mí mismo.

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