Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

La herida brutal de la Gran Vía

La intervención urbanística que dio como resultado la Gran Vía, para Torres Balbás y Villaespesa, fue brutal

Iba yo por la "recta brutal de la Gran Vía", como la llamó el poeta Villaespesa, hacia el Ateneo a la presentación del libro de la arquitecta Roser Ramos, La Gran Vía de Colón de Granada. Reconstrucción del proyecto y obra de una cala urbana, 1891-1931, dispuesto a no abrir la boca, cuando a mis espaldas, a la altura del antiguo Convento de Santa Paula, hoy hotel, oigo un grito desgarrador que me distrajo de mis pensamientos, miré para atrás y vi que procedía de un chico que, arriesgando su vida, había logrado saltar los bordes empinados de las aceras de esa calle, y que sostenía en su mano una rosa, robada del jardinillo que las adorna. Quise pensar que el hurto era fruto de la pasión y que el joven, ciego de amor, había olvidado que las rosas tienen espinas. Si no odiara yo (que también tiene uno derecho a tener sus filias y sus fobias) el adjetivo 'imprescindible', diría que el libro resulta imprescindible para entender esa herida brutal infligida a la ciudad vieja granadina. Estaba acompañada la autora por los doctores arquitectos Blanca Espigares y Pedro Salmerón. El enfoque fue técnico. La noche no tuvo culpables. Nada de: "¡Ay!, ¿qué le hicisteis a mi Granada de toda la vida, constructores y banqueros ambiciosos?". La Gran Vía está ahí, con sus luces y sus sombras, huella de una intervención urbanística severa, promovida por la burguesía; y con quejas y denuncias no vamos a reconstruir lo devastado. Pero sí hay que tenerla en cuenta para no incurrir en alguno de sus errores al proyectar las intervenciones urbanísticas del futuro que deben atender a criterios estéticos, de sostenibilidad, de movilidad y de empleo. No iba a intervenir en el coloquio, pero lo hice cuando Roser Ramos proyectó fotos de la vidriera del antiguo Gobierno Civil y de un anuncio parecido a los avisos periodísticos del taller de construcciones metálicas de mi abuelo. En él se fabricó la claraboya de hierro que protege la vidriera del Gobierno, de casi 100 metros cuadrados. Todavía no me han dejado verla. Hubo quien ganó mucho dinero con la construcción de la Gran Vía. A mi abuelo le alcanzó para darle estudios a su hijo y comprarle una Kodak. En la operación unos cogieron la rosa y otros sufrieron los pinchazos del rosal. Los humildes vecinos de los edificios derruidos, habitantes de la ciudad vieja, fueron 'reinstalados' en el Albaicín. Rosas y espinas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios