Primera historia. Lo vi en el telediario. Mentir. Se concentran muchas mentiras en la pantalla. La RAE terminará aceptando la acepción de hacer política como sinónima de acuñar mentiras. Pero no podía creer que alguien vendiera dolor y miedo por 15 segundos en el nacional. Y mucho menos con la tragedia aún cebándose sobre sus vecinos. Mentir es fácil. Se nos queda cara de pánfilos. Se acaba el teatro de emociones programadas y llantos preasignados. Ya no hacen ganar votos. Porque nada hay más ruin y cobarde que vender tragedias por unos segundos de narcisismo y adulación personal. En el telediario, o un poco después, en el Sálvame.

Cuando en mitad del incendio de Málaga, en mitad de desgracias y sufrimiento de muchos, observo cómo alcaldes abandonan pico y pala y se dedican a posar bajo una crítica política para la que el momento no prestaba oportunidad ni concesión, me quedó pensando en el país que, entre todos y para nuestro desconsuelo, estamos construyendo. Mentir. Nada más fácil. Sólo espero que la oportunidad y los quince segundos no le otorguen votos. Bueno, más bien que se los quite. Aunque sólo sea por cuestiones de aseo social. Lo necesitamos.

Segunda historia. Una novedosa concepción del transfuguismo. El Diccionario de la Real Academia lo define como el cambio de un grupo político a otro de una persona que ocupa un cargo representativo. El Tribunal Constitucional (sentencia 11/90) destacó la finalidad de fraude del resultado electoral que produce. Otra sentencia del alto Tribunal (sentencia 32/85) describe sus consecuencias en cuanto a inestabilidad de sistema, fomento de la corrupción, y perjuicio a nuestra cultura democrática (esto último, por desgracia, hace tiempo se perdió para dar cobijo a los beneficios personales que reporta al tránsfuga).

Hace apenas un año, el 11 de noviembre de 2020, la mayor parte de los partidos políticos firmaron una importante addenda al pacto antitransfuguismo. Es verdad que los firmantes, según vieron correr el agua por sus charcos, se apresuraron a manifestar que, a pesar de su firma, aún debe ser ratificado, por lo que su contenido sigue siendo papel mojado. El acuerdo considera 'tránsfuga' a "la persona electa por una candidatura promovida por una coalición, si abandona, se separa de la disciplina o es expulsada del partido político coaligado que propuso su incorporación en la candidatura, a pesar de que recaiga en otro partido o espacio de la coalición, sin el consentimiento o tolerancia del partido que originariamente lo propuso".

Como en la primera historia. Nos acostumbramos en exceso a difuminar la realidad, a las medias verdades, a utilizar hechos y situaciones según convenga a voluntad e interés político. Decía Abraham Lincoln que "se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo". Las medias verdades se terminan pagando. Pues eso.

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