Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

A quién le importa

Pasa con algunos famosos que hacen el destape público a deshora y suenan los grillos

La salida del armario de María del Monte en esta edición del orgullo gay ha traído a la memoria musical de muchos aquella letra de la canción de Alaska de "a quién le importa lo que yo haga..." y demás. Ha dejado en muchos un regusto a cobardía, a un nadar y guardar la ropa en un asunto como el de vivir la homosexualidad sin tapujos que es la lucha que ha ido ganando este colectivo torturado en tiempos por el qué dirán, la persecución y los convencionalismos.

Ha esperado María del Monte mucho para hacer pública su opción sexual. Décadas. Y cuando ya era un secreto a voces. Cuando, precisamente, ya a nadie le importaba qué hacía con su vida íntima esta señora tan folclórica.

Pasa con algunos famosos que hacen el destape público (cada vez más obligatorio) a deshora. En lo público hay que cultivar el don de la oportunidad y pulsar bien al respetable para darle su carnaza. Si te adelantas o te quedas corto pues suenan los grillos mientras el de turno cree que ha hecho la gran heroicidad ante la indiferencia generalizada.

Le pasó algo así al escritor José María Mendiluce años atrás. Se destapó con su orientación sexual en plena campaña electoral con Los Verdes. Y metió la pata. No sólo no le importó un pepino a casi nadie (aparte de al interesado y supongo que a su pareja) sino que además se volvió en su contra. Aquella salida del armario dejó un indudable tufillo a oportunismo electoralista entre unos verdes indiferentes sobre con quien se acostaba este señor que escribía.

En la misma línea, la tonadillera más odiada de la reciente historia de la copla, la Pantoja, también ha dado su capotazo del arcoíris. Pero sin claridad, aprovechando el escenario y sin despejar todas las dudas, en línea con sus palabras crípticas en 2004 a Jesús Quintero ("a buen entendedor...").

Dos mujeres orgullosas, María e Isabel, que han dejado división de opiniones.

Las divas es lo que tienen. Orgullo y vanidad. A algunas es lo que más les sobra. Porque para aceptarse como realmente se es lo más oportuno es la humildad, esa rara virtud que tanto se echa en falta en la era de la popularización del empoderamiento. No hay tanto poder para todos, de ahí las nuevas y eternas diferencias. Como ejemplo, este desnivel en los tiempos y el oportunismo de dos señoras a las que bien les cuadra la música aquella de "a quién le importa".

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