El poder de la alcachofa

En política, en estados de máxima necesidad social, debe ser una exigencia meditar lo que se dice

Tener al enemigo en casa es peligroso. Cuando crece la incertidumbre del ciudadano, cuando el miedo se apodera de nuestras acciones cotidianas, no hay nada más criticable en la vida pública que el vaivén político. Sobretodo, cuando el desequilibrio y los cambios de parecer se suceden en apenas 48 horas y afloran falta absoluta de cálculo sobre las consecuencias de su declaración. Sé de la importancia de salir en los medios, de encontrar adecuado hueco. Sé de la necesidad que uno mismo se crea en función del alcance del medio en cuestión. Es poco menos que una obligación que tus palabras generen un impacto que retorne ciertas dosis de relevancia.

Algo así debió pasarle al bueno de Juan Marín el pasado martes, cuando, en el enésimo enroque del juego político, afirmó que la situación de Granada era la de confinamiento domiciliario y que si no se realiza es por pura incompetencia (jurídica, claro) . Desde ese momento, puso a los pies de los caballos las medidas adoptadas por la Junta, ya que, cualquier ciudadano supuso que, las de su ámbito competencial, sí se habrían adoptado.

Pero no. Apenas terminado el anuncio, la indignación de los padres en la puerta de los colegios se evidenció. Porque una de dos: o entendemos que los colegios son una suerte de islote donde nada afecta, y, suban o bajen los contagios, quienes allí conviven tienen recetada la plena inmunidad; o, por el contrario, cada nivel y/o grado de alerta debe proponer una respuesta sanitaria en el ámbito educativo. Y septiembre no es noviembre, ¿verdad?

No niego que los colegios, salvo confinamiento domiciliario, deben permanecer abiertos. La presencialidad es irrenunciable para los padres. Pero sí creo en regímenes transitorios en función de los niveles y grados con medidas diversas que gradúen ocupaciones y aforos de los centros en función del riesgo sanitario: ampliación provisional de la semipresencialidad a primero y segundo de ESO, permitir a los padres de primaria optar por un sistema no presencial, toda vez que el teletrabajo y el cierre de negocios permiten la compatibilización de la guarda en horario escolar y una evidente disminución de las probabilidades de contagio y transmisión en el entorno familiar, etc. En cualquier caso, los propios colegios se verían beneficiados toda vez que las medidas implican una disminución de ratios o, como gusta decir ahora, un adelgazamiento de las burbujas.

Me duele observar que una y otra vez no hacemos adecuadamente los deberes. Que el ciudadano deambula completamente desorientado sin saber de quién es la pelota. En política, en estados de máxima necesidad social, debe ser una exigencia meditar lo que se dice. Se cansa uno de tanta descoordinación. No somos capaces de establecer, ni tan siquiera en esta desbocada pandemia, un mando único, decidido y eficaz que adopte medidas alejadas de la controversia política. Por pura responsabilidad. Guardemos nuestros egos y batallas electorales para otra ocasión en temas tan delicados. Y que se salve el que pueda.

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