Cambia, todo cambia

El sarcófago del Genil

Se mezcla falta de conocimiento con gestión dudosa de los presupuestos, que no siempre se gastan en lo que necesitamos

Una de las obras faraónicas que definieron nuestra ciudad en los 90 fue el sarcófago de 4,8 kilómetros construido para que el Genil pasara por Granada como si fuera la Cloaca Máxima de Roma. El saber popular dice que los ríos tienen papeles y reclaman lo que es suyo, así que año tras año el río trata de recuperar su vida y su forma, depositando piedras y sedimentos, y facilitando la aparición de vegetación de ribera. Dos décadas después, el Genil ha empezado a horadar el hormigón, en una primera fase de lo que podría venir después.

Quienes han gobernado esta ciudad y la Confederación Hidrográfica siguen diciendo que lo saludable es que el hormigón esté "limpio" y no haya nada encima. Sin embargo, todos los años ocurre lo contrario y el agua deja de estar limpia, proliferando olores e insectos, debido al estancamiento, a la falta de sedimentos, a la falta de oxígeno y a la falta de vegetación y otros organismos propios de las riberas fluviales.

Hace años que muchos de quienes se dedican a la ingeniería hidráulica "se cayeron del caballo" (así nos lo contaban ellos) y se dieron cuenta de que en lugar de construir encauzamientos con hormigón la clave está en favorecer la dinámica propia de los ríos renaturalizando los cauces con obras sencillas y de bajo coste. Muchas ciudades europeas ya han desarrollado proyectos así, y los resultados saltan a la vista.

Hace más de una década Ecologistas en Acción presentó un proyecto que fue aprobado en el pleno municipal gracias a la defensa de la concejala Lola Ruiz. El coste estimado de la intervención eran unos 180.000 euros de los de entonces, que hubieran mejorado las condiciones del río Genil favoreciendo el uso público del cauce, evitando las molestias que sufrimos los vecinos de la zona, evitando riesgos de accidentes como la caída del niño francés el año pasado, y, lo que es más indignante, evitando las limpiezas a las que ha sido sometido el río desde entonces. Si sumamos el coste de esas intervenciones y el coste de oportunidad que la degradación del río ha supuesto para nuestra ciudad, hace tiempo que la inversión para renaturalizarlo se hubiera amortizado, y ahora estaríamos disfrutando de un río vivo, verde y limpio como Granada merece.

¿Por qué no se ha hecho? Pues, como siempre, se mezcla la falta de conocimiento con una gestión dudosa de los presupuestos públicos, que no siempre se gastan en lo que necesitamos. Quizás ahora que hay menos fondos alguien se acuerde de que las ciudades verdes pueden ser más eficientes económicamente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios