El segundo entierro de mi tío

"Otra anécdota que contar en esos artículos que escribes. Cuéntala cuando me muera de verdad". Y eso he hecho hoy

Hace un par de meses murió por segunda y definitiva vez mi tío Juan, el hermano de mi madre. La primera vez que murió lo maté yo con una mentira. Fue hace más de 10 años. Resulta que me invitaron a dar una conferencia en la inauguración de las jornadas culturales de un pueblo cuyo nombre no voy a poner por respeto a sus bondadosos habitantes. Un mes antes del evento habló conmigo el concejal de Cultura de dicho pueblo, un hombre avezado en edad y en buenas intenciones. Me invitaba a pasar el día de la inauguración con él y a mediodía comer con unos amigos que tenían una casa en el campo. Yo dije en un principio que sí, pero un día antes me entró una pereza enorme. Tenía claro que debía ir a la inauguración, que era a las siete de la tarde, pero no me apetecía pasar todo el día en el pueblo y luego comer con unos desconocidos. Así que me inventé una excusa. Debía ser un pretexto solvente y repentino para que me creyeran. Le dije al concejal que había muerto mi tío Juan, al que yo quería mucho, y que debía ir a mi pueblo al entierro. Le tranquilicé diciéndole que llegaría para la inauguración de las jornadas.

Efectivamente. A las siete menos cuarto estaba yo como un clavo en la Casa de Cultura. El concejal me saludó muy afectuosamente y me dio el pésame por lo de mi tío. El local estaba a rebosar. El edil se levantó y dirigiéndose al auditorio, dijo:

-Señores y señoras, antes de comenzar el acto, guardemos un minuto de silencio por el alma de un tío del conferenciante, que esta mañana ha sido enterrado.

Todos los asistentes se pusieron de pie y respetuosamente guardaron el minuto de silencio. Yo me avergoncé tanto del resultado de mi mentira que bajé la cabeza para no ver aquella escena que apuñalaba mi conciencia. Cuando terminó el minuto de silencio, el concejal comenzó a leer un elogioso texto sobre mí y yo tuve la sensación de que todo lo que decía aquel buen hombre con respecto a mi persona también era otra mentira. Me sentí un intruso en mi propia biografía. Pasado un tiempo se lo conté a mi tío. Él se echó a reír y dijo: "Bueno, ya tienes otra anécdota que contar en uno de esos artículos que escribes. Cuéntala cuando me muera de verdad". Y eso he hecho hoy que no tenía otra cosa que escribir. Así que esta columna va por ti, tío Juan.

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