En pintura un arrepentimiento es esa enmienda que realiza el propio autor en un dibujo o en un óleo. El mundo del arte prefiere el término italiano "pentimento" para referirse a estos cambios de parecer del propio artista, o a las imposiciones sociales o políticas que hoy los Rayos X nos han descubierto. Y como errar es humano, no hay autor que se escape del error. Velázquez, Vermeer, Picasso, Vincent Van Gogh… El error es fácilmente solucionable, tan sólo hay que pintar encima. Si un cuadro se juzga errado, se rectifica eliminando el motivo que pueda resultar escandaloso. John Singer Sargent, hizo una versión mucho más púdica de su retrato de Madame X para contentar a las altas autoridades, subiendo la tirante que en el original resbalaba por el hombro.

"Arrepentimiento" es un galicismo ("repentir") que viene del latín tardío "poenitere", cuyo significado es "ser penitente". De este término deriva penitente (paenites, -entis). En el sacramento de la penitencia el pecador durante algún tiempo, para probar su arrepentimiento, tenía que aceptar el humillante estado de "penitente", que se manifestaba con un vestido especial y quedaba excluido de la Iglesia en la medida que no podía recibir la eucaristía y era apartado de la comunidad. El arrepentimiento trae consigo un castigo, de una u otra manera, en mayor o menor grado. Los artistas como prestidigitadores cambian formas con colores, rehacen la realidad y en un ale-hop todo está donde debe y el error no existe, no ha existido. La sociedad castiga con la ley, para rectificar, para tomar conciencia, para arrepentirse; la iglesia convierte errores en pecados y aplica sus penitencias.

En la noche del 5 de enero, la gente se agolpaba en las calles de nuestra ciudad, sin medidas, para ver a los Reyes de Oriente. Debían presenciar la cabalgata desde sus hogares. Claro que las autoridades no midieron el hecho de que muchas ventanas no se asoman a la calle por la que el autobús real paseaba. La cola de familias para montar en la noria doblaba esquinas, en los grandes almacenes ya no cerraban puertas cuando el aforo sobrepasaba un límite y las cajeras permitían que en las colas la gente, como cuando entonces, desfilara en estrechas líneas. Unos días inolvidables, gente feliz celebrando loterías, como cuando entonces, hemos conseguido salvar lo que resulta más importante que la propia vida: la Navidad.

El 6 de enero amanecimos con 309 positivos, el dato más alto de contagio en un día desde noviembre, que evidentemente se incrementará en los próximos catorce días. Entonces llegará el arrepentimiento, pero no podremos tapar el error y hacer borrón y cuenta nueva como se hace en un cuadro, deberemos pagar una dura penitencia, y nos cubrirán con vestidos especiales y nos apartarán de la sociedad. Y culparemos al gobierno por haber salvado la Navidad apostando a nuestra responsabilidad.

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