Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

Estampidas

Se ve que alguien sin estudios ni formación alguna se puede permitir un lujo que las mujeres trabajadoras ni soñamos

Las intempestivas marchas de sus puestos políticos de Lastra, Delgado y Olona, todas ellas alegando motivos de salud, dejan en una más que molesta posición a las mujeres, trabajadoras o no, pero igual o más capacitadas que muchos hombres, y más aún tras el enfado que nos han provocado las palabras de Moreno Bonilla sobre que es por fin ahora cuando las mujeres empezamos a tener capacitación y estudios para gestionar los intereses públicos.

Partiendo del respeto absoluto a todas las enfermedades y deseándoles pronta recuperación a estas ex políticas, es cierto que Delgado y Olona tienen trabajos anteriores, a los que podrán volver sin problema, pero Lastra no tiene otro oficio conocido que la política, por lo que, con tales antecedentes laborales, quizás debería haber meditado su marcha, que ha exacerbado a las feministas más radicales, y a las que no lo somos, aunque por motivos distintos.

Sra. Lastra, el embarazo no es una enfermedad, y si cualquier embarazada necesita reposo y cuidados, se da de baja todo el tiempo que necesite y no abandona su puesto de trabajo, porque para las mujeres trabajadoras nuestro puesto de trabajo es nuestro tesoro y el sustento para nuestras familias. Pero se ve que alguien sin estudios ni formación alguna se puede permitir un lujo que las demás mujeres trabajadoras ni soñamos, e irse de su puesto sin más. Quizás piense que puede seguir viviendo a costa del erario público eternamente.

El problema de la estampida de estas tres señoras es que esconde motivos en los que la salud -que no digo que no haya influido- queda en segundo plano, y el alegarla como excusa principal no cuela.

Lastra se va porque su situación respecto a Sánchez es insostenible, lo mismo que le ocurre a Delgado en el ámbito fiscal. El caso de Olona es algo distinto, y respetando su estado de salud, hay que recordar que el ser paracaidista en tierra ajena suele ser un fracaso, al menos que se integre completamente en la provincia en la que aterriza, lo que no ha pasado con Olona, que ni reside en Granada, ni es de Granada, ni siente a Granada, y ni es andaluza, ni siente a esa amalgama territorial mal llamada Andalucía. ¿Qué hace una alicantina afincada en Madrid como parlamentaria andaluza, sin vicepresidencia ni consejería alguna? Nada. Y, dado el batacazo que sufrió en las elecciones andaluzas, nada le une a la tierra que la votó, porque su apego a Granada es cero.

Márchense si quieren, pero asuman su verdad…

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