En página 25540, en el anexo, puesto número de orden 46, Demarcación de Costas. Andalucía Atlántico, Cádiz, Técnico de Proyectos y Obras, código 4406382, con residencia en Cádiz, en "Datos del adjudicatario", en la columna: 'Nombre', donde dice: 'Digo', debe decir: 'Diego'", párrafo viral del BOE del jueves 18 de marzo de 2021 (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico). La fotografía de la página del BOE me ha llegado por WhassApp y por correo electrónico, supongo que la noticia estará flotando en las ondas hertzianas o allá por donde quiera que se muevan estas cosas de internet, buscando el Twitter, el Facebook y el Instagram que no tengo, mareadas de un lado a otro ante la remota, loca e inexplicable idea de que exista alguien de este mundo que no posea Twitter o Facebook o Instagram o todo a la vez. El mensaje está acompañado siempre por caritas torcidas con sonrisa. Y se supone, por eso corre como la espuma de un smartphone a otro, que debería reírme tan abiertamente, tan llena la risa de lágrimas, como la del emoticono. Pero confieso que no me hace gracia. Es el chiste macabro que sufrimos cada día, el mismo que vemos en los diferentes grupos políticos. La frase más común en los últimos tiempos. Tergiversado su sentido. Cambiada la intención. Ya no tiene ese significado de rectificación originario, aunque fuese forzado, que tenía en su origen, sino simplemente es un cambio de opinión, o sencillamente muestra, lo que es peor, el engaño. La mentira como principio político y, por ende, el daño que la política infringe a la verdad. El problema de la verdad en política es el problema de la mentira en política, que tan acertadamente planteó Hannah Arendt en el artículo publicado en The New Yorker en febrero de 1967: "La sinceridad nunca ha figurado entre las virtudes políticas y las mentiras han sido siempre consideradas en los tratos políticos como medios justificables".

Los errores se subsanan, no se justifican, como ha hecho el BOE y donde decía "digo" se especifica y se aclara que debía decir "Diego". Entre nuestra clase política el refrán ha adquirido un sentido diferente, pues se parte de una única premisa: no cometen errores. Donde no hay error, no hay motivo alguno ni obligación de rectificar, por lo que ese retroceso que implica el refrán no tiene otro objetivo que el de imponer una voluntad primigenia, una mentira que en algún momento se paseó disfrazada de verdad. La soberbia impide cualquier opción y es tan vigorosa que ciega y anula, hasta que un día la vemos desfilar henchida frente a la Fiscalía Anticorrupción en solidaridad con expresidentes de gobierno y exministros, para darnos cuenta de que por mucho que se intente manipular, finalmente la sabiduría de nuestro refranero se impone: "La soberbia a caballo fue, volvió descalza y a pie"

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