Perdiendo el norte

Lo de la tapa

Si no abusáramos de la tapa gratis, a lo mejor podríamos ofrecer una oferta gastronómica más llamativa

La Federación de Empresas de Hostelería y Turismo de la provincia de Granada Granada se ha marcado como objetivo esta semana resetear el sector en nuestra tierra. Antes de nada, querido Gregorio, te aconsejo que te protejas del fuego amigo con chaleco reforzado y casco azul. Aquí, quien se mueve, se la juega.

El objetivo es loable. Es justo y necesario; es nuestro deber y salvación (esto ya lo usé en otra columna y queda muy bien). La patronal del sector quiere dar el salto reinventándose totalmente. Quiere hacerlo partiendo de la base de que París, Roma y Londres, por ejemplo, no necesitan ir a Fitur a captar visitantes desesperadamente. Son ciudades que se venden solas por su excelencia. Parte de la base, totalmente cierta, de que Granada cuenta con los suficientes atractivos para entrar en el club de esas ciudades que tienen luz propia, en todos los sentidos.

Lo que ocurre, queridos empresarios del sector, es que Granada está muriendo de éxito por creer que como tenemos la Alhambra y tapas gratis, la provincia dejará algún día de llamarse así para ser directamente Jauja.

Cuando hemos informado de que, en una encuesta tras otra, los viajeros nos otorgan la peor nota de Andalucía en restauración, alojamientos, relación calidad-precio, malafollá y demás, los concernidos miran para otro lado. La Federación ha decidido tomar cartas en el asunto. Pero no está claro que estemos dispuestos a remar todos en la misma dirección. Ni mucho menos.

Podrían comenzar los propios empresarios por tratar a sus trabajadores aunque fuese a un nivel inferior al de los israelitas en el Egipto pre-Moisés. Si a un sueldo digno se le añadiesen unos horarios razonables (que no sea la media jornada del Recio: '12 horitas') y unos contratos ajustados a las horas reales trabajadas, a lo mejor, quizás, sería más fácil ofrecer mejores servicios.

Si no abusáramos de lo de la tapa gratis, a lo mejor podríamos entretenernos mejor en ofrecer una mejor atención y una oferta gastronómica -para lo chico y para lo grande- algo más llamativa. Quizás no eres consciente aún, querido amigo hostelero, de que si me cobras tres euros por una consumición y me pones de tapa unas patatas de bolsa o unos picos o incluso una cosa grande con choped pero de mala calidad, no estás contribuyendo a mejorar la oferta granadina de un turismo de calidad. Más bien, eso entraría hasta una categoría del código penal tabernario: se llama estafa.

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