Precisión

No he visto a nadie que posea la capacidad de darle la vuelta a la tortilla como a Isabel Díaz Ayuso

El arte de la determinación. Un instante en el que el movimiento debe ser rápido, exacto, seguro. Más allá de la calidad de los ingredientes, mucho más allá del punto exacto de cocinado que alcancen, el momento álgido se produce en la vuelta de la tortilla. Ya sea para los temerosos, con ayuda de una tapa y sin alejar demasiado la sartén del fuego, o se trate de la habilidad del malabarista, lanzándola a un abismo con fondo de lámpara fluorescente, la precisión es el fundamento final del aspecto que tendrá una buena tortilla de patatas. Velocidad, fuerza y concisión se aúnan para que el huevo aún sin cuajar no salga seguido de la patata, desparramándose, invadiendo azulejos, suelo, encimera… De la catástrofe al virtuosismo en una milésima de segundo. No he visto a nadie que posea la capacidad de aunar la pericia para darle la vuelta a la tortilla con semejante destreza como a Isabel Díaz Ayuso.

Si ayer caminaba hacia los micrófonos con esa mirada particular suya que parece repetir las palabras de Adolf Hitler "sigo el camino que marca la Providencia con la precisión y seguridad de un sonámbulo", si antes de colocarse frente a las cámaras abría y cerraba las manos compulsivamente, como hacen aquellos que sufren trastorno de movimientos estereotípicos, una vez frente a los medios se posiciona con la serenidad y la frialdad del asesino metódico y un toque de aderezo del dolor de la víctima atacada sin piedad por los suyos. Lo justo para que el espectador se identifique con su desconsuelo y haga suya la injusticia, y la injusticia nada tenga que ver con la corrupción, sino con el hecho de que sea su propia gente la que convierta en vox populi lo privado, porque ya se sabe que los trapos sucios no deben airearse. Apenas necesitó un instante para darle la vuelta a la tortilla. Entonces, la masa, bien dirigida, se revuelve contra Pablo Casado, por destapar la corrupción en su propio partido, función para la que parecía que había llegado tras los escándalos de la Gürtel. Una vez más, el arte de la paradoja. Más allá de traidores despellejando a quien los encumbró, Ayuso ha conseguido materializar el deseo que trasluce a veces su extraña mirada de descuartizar sin piedad a quien la ataca. Cuanta razón había en las palabras de Víctor Jara: "¡Qué espanto causa el rostro del fascismo! Llevan a cabo sus planes con precisión certera sin importarles nada". La misma precisión certera que se necesita para dar la vuelta a la tortilla.

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